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El triángulo

Mauricio amaba en silencio a Gabriela, la novia de Alejandro, su mejor amigo. La tarde en que pensaba en la manera de confesar su amor, recibió la visita sorpresiva de Alejandro, quien luego de algunos comentarios sin importancia le entregó una participación de casamiento. Alejandro le hablaba de detalles que él no podía escuchar y, tieso, entró en cólera. Su amigo sonreía y no dejaba de contarle los pormenores de la futura boda cuando, en un exabrupto, Mauricio lo agarró de los hombros y lo golpeó fuertemente contra la pared. Una mancha de sangre se deslizó sobre la pintura blanca y Mauricio comenzó a darse cuenta de que su amigo estaba muerto.
Desesperado, lo dejó caer sobre el suelo y en ese momento un rayo cayó en el ambiente transformándose en una luz intensa. Luego de unos instantes escuchó una voz potente que lo hizo reaccionar:
—Soy la única salvación de los seres humanos que cometen un crimen pasional.
Mauricio creyó que se estaba volviendo loco. Duro como una estaca atinó a decir unas palabras:
—Yo no quise hacerlo... fue un acc
—Eso no tiene importancia —interrumpió la voz.
La opción que le daba esta fuerza era la de resucitar a su amigo y dejarlos conectados para siempre,
—vivirá de tu energía, —dijo esa voz potente y fría.
Mauricio no entendía muy bien que era lo que estaba pasando pero frente al miedo de las consecuencias de su acto asintió con la cabeza. La luz desapareció y Alejandro despertó sin recordar lo que había pasado. Mauricio le dijo que se había desmayado y su amigo, confuso, quiso retirarse para comprase un analgésico e ir a ver a Gabriela que lo estaba esperando.
Una vez que Alejandro partió del departamento, Mauricio empezó a sentirse mareado. Se dio vuelta y observó una imagen proyectada en el espejo. Era Alejandro viajando en un taxi. Tomó una silla y se sentó frente al espejo, sin poder creer lo que estaba ocurriendo. Podía ver todo lo que hacía su amigo. Alejandro entró en la casa de su novia y la besó apasionadamente. Mauricio sintió deseo y, mientras no dejaba de mirar, comenzó a experimentar excitación. Alejandro acariciaba a Gabriela y Mauricio sintió cosas muy extrañas. Se conocía bastante como para saber que no estaba viviendo una calentura ocasionada por la observación de una escena erótica. No podía despegarse del espejo y miraba y le llegaban las palpitaciones de Gabriela.
Nunca la había visto desnuda y la observaba disfrutar de su encuentro con Alejandro, quien a su vez, jadeaba a la par de Mauricio. La pasión crecía y los tres experimentaron el clímax.
Cuando la pareja dejó de hacer el amor, Gabriela le preguntó a Alejandro si alguna vez le había contado que Mauricio, durante la niñez, había intentado darle un beso el cual ella rechazó. Alejandro se echó a reír y Mauricio, lleno de vergüenza y furia se paró, tomó la silla y la arrojó contra el vidrio del espejo.
Transpirado y agotado empezó a llorar desconsoladamente acurrucado frente a los vidrios rotos. Al cabo de unos minutos se dio vuelta y, ante su sorpresa, la pared goteaba sangre y abajo estaba el cuerpo inerte de Alejandro, con una mueca de sonrisa en su rostro...


de Silvana Alejandra Alvarez
Edad: 42 años
Nacionalidad: argentina

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Realmente impresionante!

Anónimo dijo...

Me gusto mucho, especialmente el final.

Anónimo dijo...

impactante y con gran creatividad

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