de Olavo Bilac
Pecó, mas es el pecador sereno
que sofoca el sollozo en la garganta,
y que a los labios, sin temblar, levanta
la rebosante copa de veneno.
Manchó su excelsa clámide en el cieno
del mal. Y al cabo de flaqueza tánta,
ningún remordimiento lo quebranta,
ni lo sonroja el parecer ajeno.
Lleva ocultas las lágrimas consigo,
y erguido lleva el corazón doliente
cual un pendón de reto enarbolado.
Y acepta la amargura del castigo,
con la misma altivez con que sonriente
probó todo el deleite del pecado.
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A las campanas
de Olavo Bilac
Campanas de las torres, resonad clamorosas!
La tierra nuestro anhelo de infinito no sacia,
queremos la conquista de un mundo en que las cosas
se eternicen en una primavera de gracia.
Desde aquí, desde el fango de estas playas tediosas
hasta donde el zafiro de los cielos se espacia,
llevad en vuestras voces nuestras voces llorosas
y el grito milenario de la tierra en desgracia.
En repiques festivos, en dobles de amargura,
en rebatos de angustia, todo lo que sufrimos
llevadlo a la impasible soledad de l'altura.
Y ¡oh campanas! decidles en clamores supremos,
nuestro dolor a aquellos astros en que nacimos,
nuestra esperanza a aquellos astros a donde iremos!
Campanas de las torres, resonad clamorosas!
La tierra nuestro anhelo de infinito no sacia,
queremos la conquista de un mundo en que las cosas
se eternicen en una primavera de gracia.
Desde aquí, desde el fango de estas playas tediosas
hasta donde el zafiro de los cielos se espacia,
llevad en vuestras voces nuestras voces llorosas
y el grito milenario de la tierra en desgracia.
En repiques festivos, en dobles de amargura,
en rebatos de angustia, todo lo que sufrimos
llevadlo a la impasible soledad de l'altura.
Y ¡oh campanas! decidles en clamores supremos,
nuestro dolor a aquellos astros en que nacimos,
nuestra esperanza a aquellos astros a donde iremos!
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Última página
de Olavo Bilac
Primavera: sonrisa de las cosas, los ramos
palpitaban de flores y huéspedes parleros;
octubre anaranjaba la arena en los senderos,
recuerdas? Bajo el cielo de octubre nos amamos.
Verano: sin testigos, cabe la mar llegamos;
Otoño deshojaba los álamos ligeros;
tentónos el pecado, te acercaste, pecamos...
Ah! tu primer sonrisa, tus abrazos primeros!
Sobrevino el Invierno: saltaste a mis rodillas;
besé con largo beso tu boca y tus mejillas;
ardió con viva llama tu núbil cuerpo en flor.
¡Oh carne! qué ambicionas? Corazón, ¿qué más quieres?
Huyen las estaciones y pasan las mujeres,
y yo que he amado tanto desconozco el amor.
Primavera: sonrisa de las cosas, los ramos
palpitaban de flores y huéspedes parleros;
octubre anaranjaba la arena en los senderos,
recuerdas? Bajo el cielo de octubre nos amamos.
Verano: sin testigos, cabe la mar llegamos;
Otoño deshojaba los álamos ligeros;
tentónos el pecado, te acercaste, pecamos...
Ah! tu primer sonrisa, tus abrazos primeros!
Sobrevino el Invierno: saltaste a mis rodillas;
besé con largo beso tu boca y tus mejillas;
ardió con viva llama tu núbil cuerpo en flor.
¡Oh carne! qué ambicionas? Corazón, ¿qué más quieres?
Huyen las estaciones y pasan las mujeres,
y yo que he amado tanto desconozco el amor.
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Exilio
de Olavo Bilac
¿Ya no me amas? ¡Bien! Partiré desterrado
de mi primer amor a otro amor que imagino...
Adiós carne amorosa, rapazuelo divino
de mis sueños, ¡adiós bello cuerpo adorado!
En ti, como en un valle, me adormecí embriagado
en un sueño de amores a mitad del camino;
quiero darte ya mi último beso peregrino
como quien abandona la patria, desterrado.
¡Adiós, cuerpo fragante, patria de mi embeleso,
nido de blandas plumas de mi primer idilio,
jardín, en que hecho flores, brotó mi primer beso!
¡Adiós! Ese otro amor ha de amargarme tanto,
como el pan que se come lejos, en el exilio,
amasado con hieles y humedecido en llanto.
¿Ya no me amas? ¡Bien! Partiré desterrado
de mi primer amor a otro amor que imagino...
Adiós carne amorosa, rapazuelo divino
de mis sueños, ¡adiós bello cuerpo adorado!
En ti, como en un valle, me adormecí embriagado
en un sueño de amores a mitad del camino;
quiero darte ya mi último beso peregrino
como quien abandona la patria, desterrado.
¡Adiós, cuerpo fragante, patria de mi embeleso,
nido de blandas plumas de mi primer idilio,
jardín, en que hecho flores, brotó mi primer beso!
¡Adiós! Ese otro amor ha de amargarme tanto,
como el pan que se come lejos, en el exilio,
amasado con hieles y humedecido en llanto.
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