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Manicato

de Antonia Blasa Martín Pérez

Capítulo XII

La pluma rosa


Cada amanecer mis ojos escudriñaban la ventana en busca de algún mensaje de mi ave fugitiva,esperaba tal vez que durante la noche,la Luna me la trajera;o que el frío de la madrugada la hiciera extrañar la cobija de su manta y que arrepentida...volviera.
¡Y me trajo el Sol a la callejera!.En el alféizar de la ventana una pluma rosa madrugó para mi espera.¡Es un ave nueva!.Yo deseaba a mi avecilla verde;pero si el día me regalaba una rosada...iba a mimarla como a la primera.Sobre mi ventana ha dormido un ave!.La mía ha de estar cerca.
¡Y cerca estaba!.Dormitando el cansancio de una semana entera,mi Maka disfrutaba la calidez de su cesta.¡Aventurera,despierta!.¡Qué de besos nos dimos la mañana aquella!.
Me trajo la vocinglera un regalo de plumas nuevas .Esbozando el dorso de las plumas verdes de las alas y la cola,un rubor de rosa la ha vestido con un traje nuevo.Cuando abre sus alas enseña todos los pétalos ,como una rosa que para mis ojos, en lucir linda ,todo su empeño pusiera.Y yo no me canso de mirarla y ella me enseña todo su cuerpo y me paga los besos de su ausencia y se los cobro a precio de usurero.Sentí unos celos enormes del Sol y del monte,que en solo siete días embellecieron su cuerpo.¡Y yo que pensaba que lo más bello del mundo,eran los besos!.



Capítulo XIII

La vuelta no es retorno


No hay libertad para un ave que no estrena vuelo;pero mi cotorrita lo ignoraba,disyuntiva grave para un pequeño cuerpo que aletea entre "me quedo" o "regreso";y ella optó por el regreso.Ahí estaba la puerta abierta para el retorno,era un cuerpecillo que regresaba del brillo del cielo verdadero,al cielo de un mundo pequeño.Regresó mi cotorrita con los ojos llenos de cielo y los pequeños pulmones saturados del aire del monte,traía lluvia en las alas y el vuelo libérrimo del espacio abierto;venía mi cotorrita a traerme el consuelo de que no la había perdido,que renunciaba a su vuelo.Me lo decían sus ojillos tristes,cuando un rayo de sol tibio dejaba lustre en su cuerpo o cuando un golpe de viento hacía tintinear los sonajeros,o el sonido de la lluvia cantaba en el alero y entonces se estilizaban sus plumas y relampagueaban sus ojillos y el verde de su cuerpo,más que de esmeralda,parecía de acero.
Mi corazón cantaba de puro contento y mi avecilla quería devolverme la alegría perdida ,colmándome con su regreso para recompensar el dolor de la ausencia de su vuelo.Ya no fue igual.Seguía mi arlequín cantando y danzando para mí;pero se envolvía en silencios a veces y otras,su canto era plañidero.Mi avecilla se había enfermado de vuelo y no encontraba mejor manera para decírmelo,que llenando todos mis espacios con sus encantos y ocultando su pesar en silencios disfrazados y con los besos que me daba,que más que besos eran súplicas que decían¡cuánto te quiero!;pero yo escuchaba¡qué lindo es el vuelo!.Me estaba pagando amor con amor, con el tesoro de su vuelo.

(continuará)

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