Crespas olas adheridas a las crines
de los ásperos corceles de los vientos;
alumbradas por rojizos resplandores
cuando en yunque de montañas su martillo bate el trueno.
Crespas olas que las nubes oscurecen
con sus cuerpos desgarrados y sangrientos,
que se esfuman lentamente en los crepúsculos.
Turbios ojos de la noche, circundados de misterio.
Crespas olas que cobijan los amores
de los monstruos espantables en su seno,
cuando entona la gran voz de las borrascas
su salvaje epitalamio como un himno gigantesco.
Crespas olas que se arrojan a las playas
coronadas por enormes ventisqueros,
donde turban con sollozos convulsivos
el silencio indiferente de la noche de los hielos.
Crespas olas que la quilla despedaza
bajo el rayo de los ojos del guerrero,
que ilumina las entrañas palpitantes
del Camino de los Cisnes para el Rey del Mar abierto.
de Ricardo Jaimes Freyre
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