de Adolfo Costa du Rels
Vacío, vacío, vacío en sí y en torno a sí!
Vacío atroz confirmado vez a vez por la ausencia
que coincide exactamente con el silencio
como si el uno fuera la replica del otro.
Ay! no poder llenar ya este vacío de esperanza!
Vacío inmensurable y empero fragmentado
En número angustiado, ilimitado
De pequeños vacíos
Cotidianos, conmovedores, ridículos, estúpidos...
Vacío el escritorio donde a menudo su frente
Sus manos, se posaban... Testigo acaso de las primeras penas;
Vacío en los cuadernos de las tareas diarias
Donde peleaba el niño antaño con problemas;
Vacío de las frases que no alcanzaban complemento,
Garabateadas, diríase a ocultas, en un rincón;
Frase inconclusa: sujeto y verbo: YO AMO...
Amó. Eso es todo. Mas sabremos a quien?
Quien fue el ser encantador, exquisito diablillo
Cuyo misterio guarda tanta gracia todavía?
Ah! Ese vacío dejado en algún sitio del espacio
Por un nombre que vibro breve instante,
Calló luego, de pronto, mosquito que va a morir,
Morir porque es preciso... El invierno esta ahí.
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