Berta, como cada mañana, mordisqueaba una de las humeantes tostadas, cubiertas de mantequilla y mermelada de fresa, que cada día preparaba con esmero mientras esperaba que Jonás, su marido, desde hacía más de una década, regresara de su habitual sesión footing, pero esa mañana, comenzó a impacientarse, hacía ya más de una hora que Jonás había salido y no regresaba, lo que resultaba extraño, el no solía dedicar más de media hora a correr, cada día, mientras, Berta, cada vez más angustiada, ya no sabía que demonios hacer para ocupar su mente y no pensar lo peor, sentía que si algo o alguien no lo remediaba era capaz de cometer un disparate presa de la insoportable incertidumbre que la invadía , en su afán de mantener la cabeza ocupada, se dirigió al cobertizo, había mucho polvo que limpiar, tenía tanto que arreglar que estaba segura de que no tendría tiempo de pensar en algo que no fuera el cobertizo, sin perder un segundo se puso manos a la obra; desempolvo decenas de viejos libros, su intención era guardarlos en cajas para desocupar los abarrotados estantes, de esa forma quedaría sitio para colocar más cacharros, así que continuo, tomaba en sus manos un libro tras otro, entre ellos y sin que jamás supiera de su existencia, descubrió lo que para ella se asemejaba a un gran álbum de fotos, mientras lo miraba no podía dejar de reconocer que era un álbum precioso: con sus gruesas tapas en color verde botella, adornadas con impresionantes letras doradas, los filo también eran dorados. Movida por la curiosidad decidió abrirlo y comprobar, así, que era lo que contenía que Jonás había guardado con sumo celo, hasta el punto de ocultárselo a ella cuando, al fin , lo hizo descubrió que en su interior dormían unas cartas, que parecían antiguas, en ese momento, un mar de dudas asaltó a Berta, que se unió al que ya arrastraba a causa de la inexplicable ausencia de su esposo, dicho mar se transformó en segundos en un alud de preguntas sin respuesta y pensó que tal vez la única manera de hallarlas era leer esas cartas.
Dicho y hecho, se sentó en un banco del jardín, tomó aquel álbum que, Jonás había usado para guardar aquellas cartas, lo abrió, cogió la primera, la sacó del sobre y la observó con detenimiento, estaba encabezada únicamente, como la inmensa mayoría de las cartas, por la fecha, su curiosidad crecía por momentos, ya que en aquel entonces Jonás y Berta llevaban, a penas, unos meses de noviazgo, sin más comenzó a leer:
Febrero de 1975
Mi amor:
No te haces una idea de lo que me ha costado decidirme ha escribir, bueno, a lo mejor si, ya sabes lo tímido que soy, espero que sepas perdonarme si te digo algo que no tenga sentido, pero en este momento estoy muy nervioso, la pluma se mueve, como si tuviera vida propia, al compás de mi pulso tembloroso.
Mi cielo; seguramente cuando leas mis cartas, (esta es solo la primera, pero pienso escribirte muchas más), te preguntarás porqué lo hice, la respuesta es sencilla, cariño, de este modo cada vez que las leas una parte de mi estará contigo, sin importar lo lejos que estemos el uno del otro, ¿a que no adivinas donde estoy escribiendo, ahora mismo, esta carta?, ¿te dice algo la cabaña que hay junto al lago, que está a dos manzanas de la casa de tus padres?, se que tienes mala memoria, pero, en esa cabaña te besé por primera vez hace 6 meses, ¿recuerdas?, para mi fue maravilloso, por eso he decidido que no puede haber mejor sitio para escribirte, bueno mi vida, la verdad es que quisiera decirte tantas cosas; te amo amor mío, cada día que pasamos juntos para mi
es un regalo, me encantaría pasar junto a ti el resto de mi vida, envejecer contigo, aunque supongo que eso ya lo sabes, porque aunque llevamos, a penas, unos meses juntos, no dejo pasar un solo día sin repetírtelo.
Recuerda que pase lo que pase siempre serás la persona más importante de mi vida.
Te quiero.
Jonás
En el preciso instante en que Berta terminó de leer, sonó el timbre de la puerta, que retumbo en sus oídos como si se tratara de la mayor de las explosiones, el corazón se le aceleró, una sensación de pánico inexplicable atenazaba su garganta, puso la mano en el pomo de la puerta haciéndolo girar con temor, ante ella se presentó un agente de la policía estatal, quién, con voz apesadumbrada se dirigió a ella y le preguntó:
-¿es usted Berta Hoffman?, ella aún más asustada que al principio asintió con la cabeza, no era capaz de articular una sola palabra, lo siguiente que escucho fue precisamente, la frase que nadie quiere oír en esas circunstancias:
-lamento ser el portador de tan desagradables noticias, pero…
-¡hable de una vez!, exclamó Berta
- hemos encontrado a su esposo, sufrió un accidente al parecer cayó por un acantilado.
Después de las palabras del agente, Berta sintió que todo se tambaleaba, su mundo quedó hecho añicos, nada tenía sentido, su único consuelo en ese momento eran las cartas que había descubierto, hacia tan solo unos minutos, pués de ese modo un pedazo de Jonás permanecerá junto a ella para siempre.
de Sabrina Balén Carreño.
Blog de la autora: Papel Y Boli
Pais: España
Edad: 28 años
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