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Micra de Pradas

Pradas era el nombre de mi pequeño pueblo, donde sus habitantes aparte de ser pasivos vivían del comercio.
El pueblo era tan humilde que solo una persona en el, se distinguía por ser la mas importante vendedora de semillas secas y diferentes chiles.
La gran señora la llamaban, ella contaba con algunos campos de cultivo y claro con la más hermosa hija.
Era mi madre por supuesto, mi nombre es Micra tengo 7 años de edad y esta es mi historia:

Uno de esos tantos días en donde la sequia no nos dejaba tranquilos y las cosechas de mi madre no dejaban fruto, decidí salir a buscar algunas semillas para detener la tristeza y desesperación de mi madre.
Salí contenta hacia el bosque, nada me daba miedo y por supuesto nada era sorprendente para mi, asta que observe a lo lejos un enorme y verde árbol con una hermosa flor morada en una de sus ramas.
Así que sin pensarlo me acerque y comencé a subir, nunca me imagine que caería de el, siendo yo la mejor trepadora de arboles de la región.
Al caer no sentí absolutamente nada solo recuerdo que perdí el conocimiento por unos minutos.
Me puse de pie y como no me observe ningún rasguño seguí mi camino.
Al llegar a mi casa mi madre me miro con unos ojotes como si me quisiera comer y sin decirme nada pude retirarme a mi cama.
Pensé antes de dormir, seré de goma o algo así, por que no me dolió nada cuando me caí. En fin no le di importancia y solo dormí.
Al día siguiente note que las cosas en el pueblo no iban bien, mi madre estaba desesperada por que ya no tenía casi nada para vender, no soporte verla así y corrí de nuevo hacia el bosque.
Camine demasiado asta que algo extremadamente sorprendente me detuvo.
Era una casa enorme en ruinas, varada en la punta de un cerro pequeño, en ambos lados habían escaleras para subir, claro en muy mal estado pero ahí estaban… pensé mi salvación a llegado cuando alcance a observar que al termino de la escalera derecha estaba repleto de árbol de chile.
No me quede con las ganas y me acerque poco a poco.
Estaba a punto de subir una de las escaleras cuando una mano pequeña sostuvo mi hombro.
A donde vas me grito:
Era Romelia, niña de mi edad que no era mi amiga y que siempre me seguía a todos lados para jugar.
Que te importa le respondí.
No puedes ir a allá, me comento, nuestros padres nos lo tienen prohibido, cuentan que en esa casa vive una niña de nuestra edad, que asusta, mata y maldice todo aquel que se atreva a entrar.
Al escucharla sonreí y tomándola de la mano le dije:
Ven vayamos a ver si es cierto.
Me costo trabajo convencerla pero al final acepto, así que comenzamos a subir, había muchas ramas y escalones desechos, cuando nos acercamos asta la entrada note que había una barda que tapaba las dos entradas de ambos lados.
Me moleste por que pensé como hay dos escaleras y no hay puertas para entrar.
Romelia cortaba chiles mientras yo estaba viendo la forma de alcanzar a mirar algo.
Lo acepto el ambiente acá arriba era bastante extraño, acerque unas piedras y alcance a subir ala barda.
Mira esto le dije a Rumelia, no lo podía creer la vista era increíble desde ese lugar, totalmente maravilloso y si se preguntan que había atrás de mi, era una casa enorme abandonada que no me llamo mucho la atención.
Sube Rumelia sube te va a encantar esto le grite.
En cuanto Rumelia y yo veíamos el pueblo, el bosque y el rio, algo raro comenzábamos a sentir.
Ni ella ni yo platicábamos nada, el ambiente lo admito era terrible, comencé a sentir frio y miedo, asta que por inercia mire lentamente a mi lado derecho.
Un grito estremecedor salió de la boca de Rumelia desmayándose en segundos encima de mis piernas.
Lo que habíamos visto se acercaba lentamente hacia nosotras.
Era una niña, cabello largo, ropa horrible y no puedo describirles su rostro, era increíblemente terrible.
Lo único que se me ocurrió hacer es lanzarme con Rumelia hacia el frente.
Al caer, tome a Rumelia y corrí lo mas rápido posible hacia las escaleras, baje como una loca.
Ya abajo no me atrevía a voltear hacia arriba, mi preocupación era Rumelia que estaba inconsciente y al parecer con la columna desecha.
Al llegar al pueblo y percatarse de lo que sucedió, todos pero todos los del pueblo me llamaron la atención.
Y mi madre no podía faltar, ella nunca supo, que lo que hice fue para ayudarla, solo me castigo y me prohibió entrar de nuevo a ese lugar.
Durante la noche la imagen de esa niña no la podía sacar de mi cabeza, ni de lo que paso.
Asta que… un momento, exprese en voz baja.
De nuevo volví a caer y no me paso nada como era eso posible, me asustaba demasiado lo que me pasaba, así que como prueba encendí una vela y comencé a tocar la llama.
Nada le pasó mi mano, estaba totalmente igual y sin dolor.
No comprendía el por que me pasaba eso y mientras lo meditaba, escuche a mi madre llorar en silencio.
Amaba tanto a mi madre que espere a que amaneciera, para dirigirme de nuevo ala casa misteriosa, pensé si la niña esa asusta, es por que no le gusta que entren en su casa entonces no entro, solo tomare algunas frutas y chiles de los arboles de las escaleras y nada más.
Y así fue.
Escapándome de mi casa me dirigí dispuesta a todo por mi madre nada ni nadie me asustaría.
Subí lentamente con la mirada hacia la barda, al llegar ala parte alta comencé a cortar cuantos chiles me eran posibles.
Oye ven por favor, escuche de un repente.
Ven por favor ven, fue la voz que venia detrás de la barda.
No quise hacerle caso pero algo dentro de mí llamado curiosidad hizo que atendiera al llamado.
Trepe de nuevo la barda y al asomarme no observe a nadie.
Hola grite fuertemente y nadie respondió.
En fin, dije ya me voy.
No te vayas, no me dejes aquí, de nuevo volvió a expresar esa voz.
Quien anda ahí grite temerosa, de repente arriba del árbol se escucho:
Soy yo.
Al fijar la mirada al árbol note que era una niña la que estaba ahí.
Como llegaste ahí, si no te vi subir le reclame.
Burlonamente ella me contestó:
Ya vez soy bruja.
Me llamo Nora, soy la dueña absoluta de todo esto, no es sorprendente.
Lo único que le pude responder en ese momento fue, así y como se que todo esto es tuyo, que yo sepa todo esto no es de nadie, por lo tanto déjame en paz por que tengo que llevarle chiles a mi madre.
Está bien, respondió, te los regalo, llévate todos los que quieras, nada mas no te vayas a caer como ayer.
Sorprendida la ignore y comencé a cortar chiles para poderme ir.
Al terminar me despedí de ella y con una sonrisa macabra me dijo adiós.
Feliz y sin miedo corrí a mi casa a sabiendas que esa niña había sido la que nos asusto ayer pero no me importo en ese momento, quería ver a mi madre.
Mama, mama mira lo que te traje, le grite desde lejos.
De donde los sacaste me pregunto.
Eso que importa mama, véndelos anda le respondí.
Mi madre dudosa no pregunto más y comenzó su labor de venta.
Hubieran visto su rostro de felicidad cuando la gente se acercaba para comprar los grandes chiles que le traje.
El día termino, mi madre y yo nos dirigimos ala casa, en el camino ella me abrazaba fuertemente expresando el amor que sentía por mi.
Sin más preguntas ni respuestas, decidimos descansar.
Al abrir los ojos ala mañana siguiente escuche un relajo afuera de la casa.
No sabia que estaba pasando asta que me acerque y vi a mi madre llorando dando explicaciones a los demás.
Que pasa mami, que ocurre le pregunte confundida.
Ella me tomo del brazo, me miro fijamente y me dijo:
Micra dime la verdad por favor, de donde sacaste esos chiles que me entregaste ayer, tienes que decírmelo por que si no nunca más te querré.
Me dolió tanto la pregunta de mi madre que le tuve que decir la verdad.
No puede ser comentaron todos los ahí reunidos.
Estaba confundida no sabia que era lo que pasaba, así que salí corriendo asta encontrar a uno de los niños de mi pueblo.
Oye tu dime que esta pasando, le grite.
Todos están enfermos, casi a punto de morir y todo por la culpa de lo que vende tu mama, me respondió.
Quede fría en ese momento no supe que pensar, lo único que hice fue correr hacia la casa abandonada para encontrarme con Nora la niña que me los regalo.

Nora, le grite enojada en cuanto subí, Nora sal de donde quiera que estés, no me asustas me oíste, le grite más y más enojada.
Calma, calma que te pasa contesto de la nada.
Por que me regalaste algo que sabias que enfermaría a mi gente, le reclame.
Con una sonrisa burlona, me respondió:
Eso es todo, por eso tanto grito, ven sube con migo y siéntate a mi lado.
Al estar sentadas en la barda y mirando hacia mi pueblo ella expreso:
No pasa nada, solo te quería dar una lección, vez como las cosas que no son tuyas no las debes de tomar.
La gente cree que aquí en este lugar tenebroso, no hay nadie, pero no saben que aquí estoy, que acaso no se dan cuenta que todo mi odio hacia ellos es por que me han abandonado, lo único que hacen es temerme y evitar a toda costa que los pequeños suban a jugar con migo.
Pero afortunadamente te encontré y tú eres como yo.
No por supuesto que no rápidamente le respondí, por que lo dices.
Con una mirada sorprendida Nora exclamo:
No me digas que no lo sabes, acaso no te as dado cuenta tu eres como yo, estas muerta.
Recuerdas cuando caíste de aquel gran árbol y no sentiste nada, a pues fue en ese momento cuando te hiciste como yo, estas muerta Micra, tu no te das cuenta por que estas aferrada ala vida que llevas junto a tu madre pero va a llegar el día en el que ella se olvidara de ti y te abandonara como lo hicieron con migo, cuando lo hagan no vas a tener mas remedio que refugiarte aquí con migo y observar como los demás nos temen y nos ignoran.

Llorando moví la cabeza diciendo que no, no era cierto lo que esa pequeña decía, cuando de repente ella me lanzo de la barda.
Al caer note de nuevo que no había pasado nada, mire hacia arriba y ella me observaba sonriendo.
Lo vez te lo dije Micra estas muerta, me grito.

Desconsolada y muriendo en llanto corrí lo mas rápido que pude sin poder evitar escuchar las carcajadas de Nora.
Al acercarme al pueblo, note que todo estaba en la normalidad, la gente seguía su camino, los niños jugaban en el centro y los animales paseaban a un lado de la gente.
Y por supuesto mi madre ahí, sentada en su lugar vendiendo.
Mamá, le grite con todas mis fuerzas.
Corriendo quise acercarme a ella, cuando de repente ella levanto el rostro.
Ese rostro me detuvo impactada.
Nunca había visto a mi madre tan triste en mi vida, y comencé a sentirme muy mal.
Me acerque lentamente al lugar y note que todos los que pasaban a su lado le regalaban un, lo siento.
Mamá, le dije en cuanto me acerque, que pasa mamá, que esta sucediendo.
Era verdad, lo que Nora me dijo, era verdad.
Mi madre abrazaba en su pecho un retrato mío y unas flores moradas.
Las flores que siempre me llamaron la atención.
No entendía que pasaba, todo estaba tan raro.
Solo me quede al lado de mi madre, aunque ella no lo notara.
Al paso del tiempo decidí cuidar a mi madre desde la casa abandonada de Nora, finalmente éramos iguales.
Desde acá arriba miramos el pasar de los tiempos juntas, nos acompañamos en todo momento y al parecer aquí estaré por mucho tiempo más.
Solo hasta que mi madre venga con migo.



de Mabel Avile López
La Paz, Baja California Sur, México.
24 años

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