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El beso de la amante

Quizás la noche, tal como siempre, pronto llegue a su fin... Aunque todo es incierto... y nada parece real... pero aun a pesar de todo, él sigue allí... ¿Dónde más podría ir...?, si la realidad le grita que no hay salida...
A su alrededor las decrépitas brumas opacan el paisaje, tiznándolo y atestándolo de extrañas formas oscuras y amorfas.
Por un estrecho sendero de piedra, sus pasos van transportándolo quien sabe a dónde, mientras él sólo se deja llevar cabizbajo y entregado. Está cansado y desorientado, va atravesando ese espacio solitario que lo envuelve con su negrura, como si fuera una sucesión de piel sobre piel.
Sus ojos nublados intentan mirar todo sin ver nada. Ahora sí se siente vacío, perdido y abandonado como si fuese un náufrago merodeando entre esas vastas sombras, aquellas que son tan profundas que oscurecen hasta los confines del mismo universo...
¡Su mente está tan confundida!, divaga de aquí para allá con esa extraña tortura de imágenes difusas que le acercan fugazmente un pasado perdido en un presente desértico e inútil. Es como si paseara frente a él un débil eco de esos recuerdos tan queridos y ya lejanos que lo traicionan acercándose un poco, para en seguida alejarse rotos y fracturarse una y otra vez... Lamentablemente aunque mucho se esfuerce es inútil que intente mantenerlos enteros y vivos, se le escapan, se rompen, se pierden...
En su pecho se adormece una tremenda soledad. Es como si ese lugar lo ocupara un pozo, que casi sin darse cuenta, se ha llenado de congoja y de un dolor pútrido que ahora le pesa como un terrible saco de plomo.
Pero a pesar de todo avanza, trata de seguir adelante, aunque se sienta torpe y pesado. Con cada paso va rompiendo los pequeños cristales líquidos que el rocío había desparramado sobre el césped y que ahora empapan sus pies descalzos e insensibles, porque por alguna razón inexplicable para él, no logra sentirlos. En realidad no siente nada, o eso cree... ¡Hasta eso es confuso!.
A decir verdad escucha. Sí, escucha... El sonido del silencio palpitando en la nada es una avalancha ensordecedora que lo golpea por dentro, retumbando en todo su ser sin aviso ni piedad apoderándose de cada resquicio. Hasta lo aturde cada latido de su propio corazón y el pulsar de su sangre navegando cansina por sus venas.
También, siente como unas minúsculas gotitas tibias se pegan... ¿o aparecen de repente en su rostro?... La cuestión es que se unen, se agrandan y se deslizan lentamente cayendo por los surcos de sus arrugas semejando aquellas lágrimas que ya no puede llorar.
Frente a él, entre la espesa pared de oscuridad y niebla mansamente va tomando forma una silueta, como apareciendo del vacío. Avanza tomando cuerpo, solidificándose, mientras se menea suave en un andar ausente... va deteniéndose justo a unos pocos pasos de él. Es entonces cuando la ve con nitidez... tan curvilínea, tan perfecta y pálida, con su rostro de marfil y sus ojos impenetrables. La mujer más hermosa y deseable, tanto como nunca antes sus ojos hayan podido observar. Es tan bella como una diosa, como la misma Venus en su forma terrena. Es ella... la amante perfecta... “su” amante. En este momento es sólo suya y enteramente de él. Ella es su ama y él... hasta será su esclavo.
La vaporosa gasa que cubre el cuerpo de la dama se adhiere a sus senos turgentes y a sus muslos generosos trasluciendo su tersura e incitando hasta a el más desprevenido de los mortales.
De pronto su bella señora murmura su nombre llenando el espacio con esa voz tan dulce e hipnótica que sólo ella posee, como el mismo canto de una sirena. Para los oídos del hombre es un sonido único, tan manso y lejano como si llegara a él desde más allá del horizonte, convocándolo al mejor de los encuentros, ofrendándole placeres inigualables.
El tiempo pasa sin tiempo, y él como paralizado permanece acurrucado en un rincón.
Ella estira su brazo, acercando una mano exquisita de finos dedos hacia su frente. Él entregado a todo, espera con ansias esa caricia tan deseada mientras observa la acción que se le presenta como en cámara lenta. El sólo pensar en el roce de esa piel tan perfecta lo excita sobremanera. Ella lo sabe y se prepara. Sus labios carnosos y sugerentes esbozan una tierna y sensual sonrisa mientras, en un acto de amor sin límites ni fronteras, se posan con delicadeza sobre los labios del embelesado hombre entregándole un beso suave y profundo.
Todo resulta tan maravilloso que es como un estallido de gracia suprema.
Este es el momento exacto en el que todos los misterios del universo son revelados ante él, ante sus velados ojos. Gracias a ella, su última amante, la más dulce y apasionada sabe con extrema certeza que ahora esta solo en este mundo, tal y como cuando llegó a él. Pero eso ya no le interesa, ya nada puede hacerle sentir dolor. Está solo frente al ultimo de los misterios... el de su propia carne .De nada importa el saber que en realidad está ciego y postrado en esa fría cama de hospital, aunque hacía rato de que no era conciente de ello, los años y el Alzeimer le habían robado todo lenta y progresivamente.
Nada le afecta... ahora es enteramente feliz, gracias a ella conoce todos los secretos, su pasado y su presente están juntos en un mismo punto exquisito rebosante de placer sin tiempo. Recuperó absolutamente todos los recuerdos, sabe de las verdades, de las mentiras... domina todos los secretos... hasta el de su propia partida... todo en un instante de éxtasis y sólo con ese beso delicioso, ideal... y letal de su ultima amante, la muerte.

Nada de él sobrevive frente a ese sorprendente encuentro único y absolutamente irrepetible... excepto los gusanos que reptan codiciosos y se retuercen entre la tierra removida, olorosa y húmeda de una tumba reciente.

Fin.



Autor: Silvia Elena Peralta.
Pais de origen: Argentina.
Edad: 46



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