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El cumpleaños

Aquella mañana del mes de julio, María despertó y nada más abrir sus ojos, una sonrisa
iluminó su cara. Era el gran día, por fin había llegado el cumpleaños de su amigo Julio,
a celebrar en el mes de julio, feliz coincidencia. Dado que todo se presentaba tan acorde
y original y que ella había vuelto a entrar en su vida, y él en la de ella, María también
quiso ser original y hacerle un regalo que ni él mismo se esperaba y además Julio tenía
dos opciones, podía aceptarlo y por tanto se convertiría en un regalo para toda la vida, o
podía rechazarlo, sin compromiso alguno, era su elección. Ella tan solo aguardaba el
momento de meterlo todo en un sobre y entregárselo, que Julio lo abriera, lo leyera y
contemplar su cara, su primera impresión, ¿le provocaría sorpresa o desconcierto?, sin
duda, toda una incógnita y como María gozaba de tan buena imaginación, casi, casi
podía ver la cara de Julio en su mente. Cerró los ojos y allí estaba él, feliz con su
regalo.

Pero apenas eran las nueve de la mañana -se dijo María para sí misma, mientras se
desperezaba y estiraba en su cama-. Se me va a hacer el día eterno hasta las siete de la
tarde, la hora elegida por el anfitrión para festejar el gran acontecimiento, el 38º
cumpleaños de su amigo, que este año contaría con un regalo un tanto especial,
particular y algo peculiar….

Se tiró de la cama y se dirigió a la ducha. Mientras se enjabonaba y aseaba, no podía
dejar de pensar en Julio y en su reacción, era imposible, y reía nerviosa y sola, notando
como el estómago se le llenaba de mariposas traviesas, lo que hace el amor, la ilusión y
apostar por una historia que jamás se le hubiera pasado por la cabeza hasta aquel día, el
día que lo tuvo tan cerca, cuando la química del cuerpo empezó a hacer su efecto,
cuando todo asentado en la mente demostraba que existía un pleno conocimiento el uno
del otro, de sus vidas, obras y milagros para alcanzar la preciada felicidad en este
dichoso mundo.

María se secó con su albornoz favorito y untó generosamente su piel en crema para
continuar arreglándose un poco el pelo, ¡qué pintas!, no había forma humana de sacar
un mayor partido de ella, tan austera, sin poder usar pendientes ni potingues en la
cara pero ¿qué más daba?, Julio ya sabía donde encontrar sus valores, ambos sabían
donde se guardaba la fuerza y la debilidad de cada uno, lo importante era que se
complementaban a la perfección, cuando ella estaba bien, le animaba a él y cuando ella
estaba de lo más choff, era Julio quien aparecía contento, alegre y con cuatro gracias
alegraba su pobre corazón solitario.

Salió de casa después de desayunar, sin apenas escuchar a nadie, saludando
mecánicamente y sonriendo por lo que sentía por dentro, no por lo que sucedía afuera,
en la casa, donde todos, curiosos, se preguntaban qué sería lo que le ocurriría a María,
pero solo ella lo sabía y de momento no lo compartiría con nadie, hasta que Julio se
decidiera a dar su parecer. Leyó en su mini agenda la lista de recados: Compró el pan y
lo demás que tenía anotado, visitó un par de escaparates, charló con algunas amigas y
conocidas que encontró por el camino y mientras volvía a casa no dejaba de pensar en el
futuro, en lo tranquila que estaría junto a un hombre tranquilo, un hombre de buenas
costumbres, un hombre cariñoso para quien un beso era importante, una simple mirada
lo era. También sabía que era muy dormilón pero a María le gustaba escribir, más que
dormir, de modo que si alguna vez necesitara rellenar algo de su tiempo, ya sabía en qué
emplearlo, pero Julio era alguien que admiraba su capacidad, no le parecía ninguna
vergüenza y eso aumentaba aún más sus mariposas. María miró el reloj, todavía eran las
dos de la tarde, faltaba mucho tiempo para que Julio descubriera su regalo y ni lo había
preparado, ¡qué cabeza la suya! ¿Dónde la tendría? ¿Dónde iba a ser…? Con él. María
no quería desperdiciar ni un solo segundo más de su vida sin pasarlo a su lado, sin
contar con él, no quería, aquello debía terminar si él se lo permitía, por supuesto…

Acelerada, Maria llegó a casa, entregó sus recados y justo cuando pretendía ponerse a
preparar su regalo fue alertada por su madre de que la mesa estaba puesta, que comiera
y que luego siguiera con lo que estaba haciendo. Tenía razón, había perdido la noción
del tiempo y del buen hacer, embargada por la emoción del momento, ya quedaba
menos para el desenlace de todo aquello, no convenía perder los nervios, así que por un
rato se dedicó a charlar con su familia ante la mesa, lo justo y necesario, aunque su
mente estuviera en otra parte, con Julio, con aquella espera dada por pretender que fuera
de él de quien surgiera la idea pero…¿qué más daba?, Julio se merecía aquel arranque.
Puestos en una balanza de la suerte, era Julio el más merecedor en justicia del gesto,
por su trayectoria. Compartieron mala suerte hasta ese día pero aquel 17 de julio podría
terminar esa racha para ambos, ¿Estaría aquel hombre dispuesto a algo así? ¡Qué
nervios, ya quedaba menos para descubrirlo!.

Comió casi sin apetito, las mariposas presionaban su estómago cada vez más, recogió la
mesa y ayudó a cargar el lavaplatos, se tomó un café con hielo para despejarse y
entonces sí, llegó al estudio y tomó el sobre rojo, donde metió sus papeles, el regalo
para su amigo. Después lo lacró con un sello romántico, lo metió en su bolso y se
dispuso a vigilar el reloj, qué lentas pasaban las horas, los minutos y los segundos
cuando necesitamos algo del tiempo…

Y cuando llegó la hora todo eran nervios, su vestido favorito tenía un lamparón, no lo
comprendía, ella misma lo lavó a mano la última vez pero olvidó llevarlo al tinte,
había que elegir otra cosa, bueno pues una falda y un top, daba lo mismo, María siempre
optó por la belleza natural, la que se puede respirar en un aroma tibio, la que no es
artificial porque mana de unos encantos personales de los que una mujer se siente
segura y no precisa de aderezo alguno, falda blanca, top negro y aquellas sandalias de
romana tan originales serían más que suficiente, complementado todo ello con una ropa
interior algo sexy, sus bonitas uñas pintadas, algo de colorete y de carmín, su perfume
favorito, su bolso y sus preciosas gafas de sol nuevas, ¿qué más podía poner de su parte
si todo lo demás le estallaba por dentro? Espera, calma, no era cuestión de más.

Hasta que sonó el timbre y apareció Julio tras la puerta con su sonrisa de siempre, para
recogerla y acercarse a la terraza donde tomarían algo y la tarta, por supuesto, el cumple
años feliz era de lo más clásico y el momento preciso para entregar su sobre. A María se
le saltaba el corazón en aquel momento, ¿qué sería de ella cuando se lo entregara?, hiper
ventilación ahora, no, por favor –se repetía una y otra vez intentando serenarse-, que
llegue ya el momento y acabe esto de una vez!. Sin duda le esperaba un mal rato, es lo
que tienen las esperas, que suelen desesperar pero ya quedaba menos.

Sentados bajo una carpa, Julio, sus amigos, sus amigas, y María en medio de todos,
viendo como todo el mundo le entregaba objetos de lo más triviales para celebrar el
acontecimiento (carteras, cinturones, camisetas o ropa interior graciosa y divertida). Un
discurso del anfitrión agradeciendo los detalles inmerecidos, según él, mientras cada
uno de los invitados se bebía su consumición y picaba alguna cosilla que se distribuía
por la mesa, en bandejas, avisó de que solo faltaba María por entregar su regalo, pero
María en aquel momento solo deseaba que se la tragara la tierra aunque con tal de
terminar con aquella angustia, sacó su sobre rojo del bolso y se lo entregó. Julio se
quedó sorprendido porque indagando el día de antes, María le había dado tan solo una
pista: "es lo más grande que te puedas imaginar" y, claro, un sobre es tan solo eso, un
sobre, pero bueno, dependiendo de lo que adjuntara y Julio lo abrió, nervioso. Primero
sacó una tarjeta típica de felicitación, hasta ahí, bien. Después, el sobre adjuntaba más
documentos, el segundo era un permiso de instalación y el tercero parecía un contrato
de alquiler de una vivienda, firmado por María aunque el nombre de Julio también
figuraba en la cabecera del mismo y en blanco aguardaba su firma. Tenía validez para
un mes, el mes de agosto, completo. Como si de las piezas de un puzle se tratara, Julio
intentó descifrar aquel mensaje subliminal pero no terminaba de pillarlo, cuando una
atenta espontánea de la mesa se lo descifró:


-Pues está muy claro, Julio, resulta que María te ofrece pasar las vacaciones con ella
durante un mes, y que se lleva el trabajo hasta donde tú estás, por lo que has leído a mi
me ha dado esa impresión, ¿me equivoco, María? Explícaselo, chica, que no se
entera.

María se sintió un poco abochornada, miró a Julio, que tenía ojos de no comprender
nada y de pronto solo sintió ganas de echarse a llorar, se levantó de su silla, arrebató el
sobre de las manos de Julio y salió corriendo calle abajo, pero Julio la alcanzó.

-¿Por qué te vas, qué pasa? –le preguntó mientras la detenía suavemente-
María no quería escapar de él, era solo que se sintió abrumada por compartir con tanto
público algo tan personal e intransferible, así que le aclaró:

-Lo siento, Julio, busqué el regalo más original para ti, sin darme cuenta de que en
realidad era un regalo para mi. Pretendí darte a entender que mi vida necesita de tu calor
y de tu compañía, quise estrechar un lazo, un vínculo contigo , y no me di cuenta de que
no era el momento ni el lugar, me salió mal, perdóname, ya hablaremos de esto en otro
momento. Siempre he sido una solitaria y en mi comportamiento hallarás el reflejo, deja
que me marche, es lo mejor…

Julio, no quiso retenerla contra su voluntad y la dejó marchar. María, volvió a coger
sus maletas y ahora ya, nadie sabe donde parará. Seguro que pasó por el mar, su
permiso de instalación de venta de libros le permitía un mes de paseo marítimo por la
costa pero Julio nunca pasó por aquel tenderete de modo que sería muy difícil, casi
imposible que Julio y María volvieran a verse…Julio, en realidad, leía poco y María
escribía demasiado..



FIN.



SEUDONIMO. SuaveDama
PAIS de origen, España.
EDAD, 40 años.

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