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El Cristo viviente

Esteban corría de ella, tan despavorido que sus órganos lo seguían con lentitud, todavía con las imágenes agolpadas e indelebles de las serpientes que caían del cielo para amordazar a los humanos y estrangular a otros, sin embargo ellos no hicieron nada, seguían como ejércitos de autómatas con caras pálidas simbolizando la vaciedad humana.
Las personas traían además sondas hechas con venas de otros para tener vida, eran vampiros emocionales, ¿qué otra opción les quedaba? si necesitaban sangre contaminada para sobrevivir, de lo contrario se intoxicarían.
Llegó a la iglesia, las puertas estaban abiertas, casi no había luz, bueno superficial como todo ahí. Y al entrar todo se cerró. Esteban tenía tanto miedo que pudo ver cómo sus nervios traían látigos para arroparlo con golpes.
Lloró, sí, así, sin pena, ¡Estoy muerto de miedo!- gritó frente a una estatua de Jesucristo, pues con su presentación de agonía, clavos y sangre no era nada conmovedor.
La estatua movió los ojos de forma rápida y comenzó a caminar dejando por todo el sagrado piso sangre, la cual bebió con gula feroz un perro de “raza”. Esteban quería moverse, salir de ahí pero se quedó con un terremoto en su cuerpo que dejó en escombros su alma, cayó de rodillas ante el Jesús de yeso el que tocándose el cabello le preguntó a Esteban:
-¿Sabes por qué muevo mis ojos tan precipitadamente?-
Esteban no contestó, el terror había poseído su garganta.
Cristo completó lo que venía diciendo:
-Porque no sé a dónde ir, bueno sí quiero salir de aquí. Yo daba mis prédicas en las montañas, en los montes, en los lugares donde hay enfermos de todo, prostitutas, desahuciados de vivir. Yo iba a ellos, y aquí estando encerrado pretenden que ellos vengan a mí, cuando se supone que yo soy el redentor, yo debo ir por los descarriados,¿cuándo se ha visto que las ovejas perdidas regresen sin su pastor?-
Esteban creyó al escucharlo ser testigo de un milagro y se persignó0, pero Cristo no se lo permitió y le habló con dulzura:
-¿No te das cuenta que el persignarse es declarar: “Quiero sufrir” cada que haces la cruz en tu rostro, en tu pecho es como reafirmar:”Tomo mi cruz del dolor”, dime, ¿cuántas veces haces ese ademán que es el signo de “seguiré con fe sufriendo”?- Cristo volteó a ver unas rosas plácidas y contemplándolas pensó en voz alta:
-¿Por qué se empeñarán en regar las rosas si las espinas lo necesitan más?-
Esteban, como era de esperarse no escuchó y Jesús se volvió a quejar:
- Solo me segregan para unos cuantos…-
- Esteban le suplicó jalándose los cabellos con desesperación:
-Si eres Dios Hijo, ¡ayúdame!-
-No- contestó el redentor. Lo hice una vez y los perdí cuando les perdoné sus faltas, les quité la capacidad de salir del campo de concentración de su interior ya que siguieron en lo profano al sentirse seguros de mi amor. Los resucité pero siguen muertos, todo por ser compasivo…, ahora los trataré mal para que se rebelen y sean resurgidos en ¡gloria!, algo así como lo que hizo Hitler que, tocándole el papel del malvado hizo que los judíos a pesar de ser…( se quedó callado y cerró los ojos con una sonrisa) continuó: quedaron como los buenos, y hasta la fecha son vistos como héroes, en parte todo gracias a Adolfo Hitler, así yo seguiré su ejemplo: Tratarlos mal para que despierten.- Pero Esteban se burló y le contestó:
-Perderías tu tiempo Chuchito, el sufrimiento es la copa de la vida y nuestro pan diario- Cristo quedó petrificado.
Esteban, al verlo tan pensativo tuvo una idea:
¡Quitarle la corona de espinas! pero al intentarlo éste le regresó como bumerang la respuesta:
-Olvídalo Esteban, la corona que llevan ustedes es de dolor, la mía es del poder que me confirió la religión-.
Los dos hombres: Dios y el mortal fueron interrumpidos por el que daba su discurso en el púlpito, con su hábito negro y sin parar de recitar versículos bíblicos, Cristo cayó de rodillas igual que Esteban- pero si tú eres Dios, no te tienes por qué hincar!-
-Si él es la autoridad, es “El Padre”-
- Sacerdote querrás decir- trató de corregirlo Esteban.
-Es lo mismo- concluyó Dios Hijo con la voz apagada.
Al frente el “cura” se vanagloriaba, Esteban se acercó a él dándose cuenta de que era el mismo cuadrúpedo que bebió la sangre de Jesús el cordero, pero en un suspirar el perro en el podium tuvo contracciones, tenía rabia, en el era rabia por exceso de poder y cada que predicaba contagiaba a todos los feligreses.
-Te ayudaré a salir- le aseguró Esteban al vástago del Creador y lo tomó de la mano apretándosela.
Jesús, con su rostro agonizante le confirmó lo que siempre supo:
-Es difícil salir cuando se es preso de cualquier iglesia-.
Esteban ya no tenía pulso, se desconcertó al ver que no era ninguna pesadilla surrealista lo que le estaba sucediendo, y Jesús adivinando sus cuestionamientos habló de nuevo:
-¿Te doy miedo?, te daré más hasta que sea insoportable, escudriñaré tu corazón y para ver qué hay en él tengo que sacarlo de tu cuerpo-
-Pero ¿cómo?, tú no puedes hacer eso-.
Te equivocas mi Padre todo el tiempo pedía sacrificios y aquí en la iglesia que según oigo es mi casa es lo que me enseñaron-.
Esteban corrió, pero la luz se fue por completo, así llegó a un cuarto con veladoras esperando que Jesucristo no lo encontrara, se sintió casi a salvo por un momento ya que toda su vida había huido de él.
Pero lo que vio no tuvo límites, ¡era la virgen, también de yeso por supuesto que desde la altura daba tremendas carcajadas mientras el sumo pontífice perro violaba a una damisela que hasta ese instante había sido virgen, no tanto físicamente sino de la vida ya que nunca había salido de la funesta parroquia.
La virgen volteó hacia Esteban con malévola e inquisidora mirada preguntándole:
-¿Quieres saber el por qué de mi actitud?, te responderé: A mí me han enseñado que virgen inmaculada solo yo, así que no permitiré que alguien pretenda ser a mi semejanza, eso sería blasfemia, ¿no crees?-
Esteban no lo soportó, tomó un falo, digo palo y la golpeó hasta quedar en millones de trozos, la imagen virginal y pura ya no existía más.
Mientras tanto el perro tomó los pedazos y comenzó a ponerles etiquetas de precios, la fe y la esperanza se venderían bien.
Esteban ya no sabía por dónde caminaba, no parecía una iglesia y7 sí un laberinto caótico.
Cristo estaba tirado en uno de los altares desnudo por completo y explicó a Esteban:
-Así quiero estar, sin adornos de oro y fino ropaje, los cuales me pusieron para ser interesante y yo no debo ser así, sino más bien espiritual-
Esteban se rasguñó la cara,¿ qué podía hacer?, tenía que haber un final y con las manos como en alabanza a quien fuese el creador de éste suceso que terminara ya, de una vez como fuera.
-Llora, dicen que es bueno- le sugirió Cristo, que tampoco entendía el porqué estaba en esa frívola iglesia.
-¡Ya sé!- dijo con alegría Jesús.
-Si te confiesas quedas libre, hay que hacerlo- entonó con firmeza Cristo.
- ¿Tú también?, no, tú eres el rey- afirmó ya muy molesto Esteban.
-No yo soy el trabajador de la iglesia, mi puesto es en reclutación pero nunca el patrón- (y agachó la cabeza con tristeza y ademanes conmovedores).
-Entra tú primero Esteban- lo animó Cristo Jesús.
Así, éste se confesó pero al hacerlo quedó vacío y al estar sin nada murió, aunque aún caminaba, es decir deambulaba.
Y quien desde el inicio de la historia lo perseguía llegó ante él, pero Esteban sin nada de pánico le dio la mano, se entregó a su propia sombra para que se lo tragara, era preferible morir así a quedar carcomido por ese lugar.
Volteó a ver a Jesús al que tampoco temía y éste le dijo:
-Anda, ve, tú puedes liberarte, yo no, no me dejan, ni dejarán, ganan mucho conmigo, no por mí-.
Esteban lloraba desconsolado, quería ayudarlo pero comprendió el guión del mártir del calvario humano. Así Esteban se evaporó haciéndose uno con su sombra. Por su parte Cristo tomó sus ropas y volvió a su lugar.
Hasta ahora, luego de tanto tiempo no ha podido salir, el santo sacerdote de cuatro patas sigue desapareciendo almas.
A veces Satanás toca la puerta, la cual nunca le es abierta ¡Ya hay suficiente maldad adentro!


de Maricruz Chávez Alamilla.
México, D.F.
22 años.


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