Es un pasillo. Un largo corredor casi interminable y oscuro… con las paredes recubiertas en espejos, que me hacen ver mil sombras que me siguen y me persiguen… que susurran frases en mis oídos.
“Ese es el fin” dicen, “vénganos”.
Pero yo no los oigo. Solo hay algo en mi mente: venganza. Es aquello que me atormenta, aquello que me hace odiar quien soy, para transformarme en un ser completamente distinto, en un ser de sombras… en aquel llamado Revenge.
El corredor se achica, y la luz se divisa a su final. Las voces conocidas resuenan como ecos inconsistentes que no tengo deseos de recordar, arrastrándome a esos eventos infernales que poblaron mi vida, y que de no ser por él no hubiera podido superarlos.
Abro la puerta pacíficamente, haciendo gala de mi traje costoso y mi porte correcto para sentarme en el asiento que me tienen preparado, a un lado de la larga mesa. La habitación tiene sólo la puerta del pasillo por donde yo venía, y una pared vidriada en el extremo opuesto, que es la única fuente de luz.
Cierro los ojos. Todo es tal cual él lo planeó. Solo están la mujer, su esposo, aquella que se dice que es mi hermana. “Revenge” lo llamo. Sé que él vendrá.
Y así es. Ahora mi cuerpo se mueve solo.
Mis dedos se estiran para tocar con delicadeza el fino cuchillo de plata, y mis ojos se relamen con el exquisito vino tinto de bodega, que se encuentra en varias botellas de etiqueta. Vino tinto… del mismo color que la sangre. Él estudia con pereza gatuna sus movimientos, usando mi cuerpo como su instrumento. Está en mi mente, soy su cuerpo… Revenge y yo… somos uno solo.
Los segundos corren lentamente…
La charla se torna más agitada, y las discusiones engalanadas con palabras refinadas y exquisitas, tornan este ambiente en un lugar vicioso, oscurecido por el humo del cigarrillo que exhala el hombre, con estudiados modales.
Es el momento.
Es ahora… o nunca.
Revenge mueve mi mano y toma el cuchillo. Siento que hay algo también en mi pantorrilla, y algo sostenido en el cinto de mi pantalón, oculto por mi saco. Las vociferaciones comienzan a dirigirse a mi persona, pero yo no ocupo mi cuerpo, en estos momentos… le pertenece a él. Y no voltea a ver al hombre, no escucha sus gritos…
“Púdrete” le dice… y ese es lo mismo que desata la furia del canoso, castigando mi cuerpo con golpes, mientras Revenge se deja golpear. La sangre fluye de mi boca, y mi lengua se mueve inconsciente lamiéndola y gozando con ese sabor metálico, cubierto de la nicotina de los puros que fumé antes.
Es un túnel sin salida… los recuerdos que me acorralan.
Desde que mis padres murieron y estas personas se hicieron cargo de mí, las marcas en mi cuerpo se acrecentaron, los moretones se hincharon, las cicatrices aumentaron… El varonil reducto al que me vi condenado era sólo una sombra de lo que una vez pude llegar a haber sido. Los golpes iban destrozando mi alma.
Pero él lo supo: Revenge me entiende.
Mis lágrimas se agitan, caen por mis mejillas, mientras mi cuerpo mantiene sus ojos cerrados. Una palabra más… y es el fin… Sé que él lo hará por mí: se que vengarás lo que me hicieron, y lo que tú soportaste por mí, las noches que me cobijaste en tu fiereza, y que me alimentaste con tu odio.
Silencio.
El viejo se abalanza sobre mi humanidad, colocando ambas manos sobre los apoyabrazos de este esculpido sillón veneciano. Sus ojos celestes intentan profanar la tumba de los míos… que ahora son de aquél que usa mi cuerpo.
Mi rostro se alza con una sonrisa sádica en los labios, y finalmente Revenge abre mis ojos, y yo sé muy bien de qué color son. No son marrones y opacos como los míos, sufridos… Son del color rojo más puro, del color de la sangre que va a correr.
Con tranquilidad se para y avanza unos pasos… el viejo retrocede. Vuelve a avanzar… y el hombre retrocede.
Ah… sí… así es de imponente el porte de mi cuerpo cuando eres tú quien lo maneja. Extiendes la mano con el cuchillo, y te abalanzas sobre él, sentándose encima de su cuerpo, y decorando la blanca camisa con el color sangre que brota de sus venas. Lo estás apuñalando… lo estás matando…
Y tu lengua se relame al ver el arte que estás creando, al sentir en tu tacto el líquido rojo de la vida, al oler la humanidad en la sangre, al escuchar los gritos traumados de la mujer cuando perforas a la niña con el arma y te acercas a ella saboreando la sangre que ha quedado en tu boca.
La empujas contra la pared, cortas su cuello con el cuchillo de plata. Qué ironía… de lo mismo que ella se jactaba va a ser el arma que la va a matar… la ambición… ese orgullo fundado solo en bienes materiales los acabará.
Me gusta… si a ti te gusta por mí está bien. Inundas el lugar con el vino, y sueltas en él la cerilla con la que encendiste el cigarro que sacaste del saco del viejo, haciendo que las llamaradas de fuego broten por todas partes, como lenguas que intentan beber aire del cielo. Hasta en eso pensaste… en no apuñalar esa parte de cuerpo para poder obtener sus cigarros.
Revenge… eres… de lo peor.
Yo… soy de lo peor…
***
Abres mis ojos, y los deleitas con la escena que tú mismo produjiste… con aquella que consideras arte: las paredes manchadas de sangre, los cuerpos despedazados en expresiones de dolor, el vino mezclándose con la sangre, y el fuego mezclando sus tonos dorados en contraste con los bordó…
Examino la postura de mi cuerpo, y cualquiera diría que es la de un rey, observando su cuantiosa fortuna. Acodado con el brazo derecho en el apoyabrazos del sillón, las piernas cruzadas, mi corto pero lacio cabello negro ondeando por el calor del fuego, y la mirada roja fija en el vaso que sostienes en mi mano izquierda.
¿Qué es… lo que hay ahí?
¿Eso es vino? ¿O es sangre?
La bebes como si nada y comienzas a caminar. Dejas atrás esa escena que acabas de crear, y te diriges hacia el pasillo. ¿Intentarás decirme que no mire atrás? No… eso no lo voy a hacer… no fueron mis manos que los masacraron… pero yo permanecí como vil espectador, observando lo que tú hacías.
Mis piernas se detienen, seguro que es el impulso de mis pensamientos, pero muy pronto me demuestras que no es así. Intento retornar al control de mi cuerpo, pero me detienes alegando que no estoy listo… que soy débil… un tonto que nunca valoró lo que tuvo.
Volteas y me dejas ver mi figura repetida infinitas veces en los espejos que crean un vacío eterno donde me pierdo y me diluyo, formando la nada que ahora es el todo, mirando el cuerpo que te vendí por desesperación, por querer vengarme de lo que no soportaba, de aquello que no entendía…
Y es ahora que lo lamento, pero es tarde, me golpeas, me lastimas… Me encierras en el espejo, me cortas con él… No puedo… Es demasiado… Yo mismo los asesiné…
Y es ahora que entiendo que no hay marcha atrás… me pierdo… desaparezco… me quemo con el fuego que sale de esa sala, donde los cadáveres parecieran recriminarme lo que mis manos les hicieron.
No lo niego… lo disfruté… y eso es lo que me desespera…
Intento moverme, pero la impotencia me aborda, ahora eres tú quien controla mi cuerpo, ahora eres tú quien realmente intenta fusionarse conmigo, para dejar de ser una entidad compuesta, y ser sólo una… en cuerpo y alma.
“Recién ahora lo entiendes” me dices “nunca más serás, nunca fuiste, y nunca pudiste ser… Resígnate a lo que has sido y a lo que una vez tuviste, para legármelo todo a mí, a aquel que te dio la fuerza para sufrir el maltrato”.
Volteas mi rostro y lo dejas de frente al espejo, y veo que el gesto no es mío, me desconozco… no soy yo… Los ojos de sangre, los labios de fuego, la sonrisa sibilina y macabra, la pose maleva…
“Gracias por tu cuerpo…” ironizas “Es tu turno de desaparecer”.
Alzas la mano derecha, y la pistola que tenías ahora apunta a los interminables reflejos del cuerpo que tú posees… No… no es ese gesto putrefacto el que veo en el espejo: son mis ojos, los míos. Los tristes ojos del niño que vio a sus padres muertos en el asesinato más cruel, de aquél golpeado y maltratado, de aquel sometido por Revenge, la venganza más pura y sádica… De aquel diluido en tu presencia.
Bajas la mano y comienzas a caminar por el pasillo, la puerta de salida está lejos, pero yo me quedo encerrado, la oscuridad me devora desde adentro, me carcome… mi ser se desaparece.
Nunca más seré… ahora me he convertido en ti: somos uno solo. Tú eres yo: eres todo lo que soy, tus principios son los míos, y compartimos hasta el cuerpo. Lo que era no existe más, se fue… Y nunca volverá a ser…
Máteme o úsame, haz lo que quieras… pero no dejes que la oscuridad cubra a este ser: se uno conmigo.
Pseudónimo: ThunderGirl_vw
País de Origen: Argentina
Edad: 20 años
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