La noche pétrea salpicada
de dorados resplandores urbanos,
se ve desde el cerro obscuro y silencioso.
La jarilla duerme,
de a ratos la estremecen los susurros del viento.
Callado un momento escucho,
los líricos sonidos de la noche.
El cerro tiene vida y soy testigo,
sus huéspedes se esconden,
percibo su presencia.
Las ráfagas suaves, cálidas,
parecen traer los aromas de oriente,
café especias,
tal vez todo está en mi mente,
lo dudo un momento,
un viajero incansable como el viento
bien podría traerme tal obsequio,
y vuelvo a sentir ese aroma,
antes de que el amanecer
lo vuelva todo día.
Priscila Ruth Cosentino,
Mendoza, Argentina,
22 años.
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