Suele proceder con devoción el hombre y la amante misteriosa defendiendo su pasión desenfrenada. ¿Que mítica ciudad bordó el margen incesante de la pena, sinuoso y desbordante con la cara zurda hacia el río…? En qué lecho, a puro puño se estrenó la voz de tango, el que lamenta la huída, la pasión, la pena…
Vástago de mujer, piernas blancas. Rima de tango su lamento. Sucesión de antorchas sobre los tibios pasajes de la sombra.
El beso que se posterga entre oscuros y tibios olores de arrabal. El fango que va cubriendo los parajes de la inocencia. Y la bella, la mujer. La mujer vestida de tango. La bella cruza los puentes señalados para el martirio. Serenamente se desliza por la lentitud deteriorada de sus recuerdos. Dulce, derrota las memorias, cruza impasible los caminos del corazón, para llegar al hombre y desvestirse lentamente de las miradas que la vierten al amor.
Desnuda de música y de voz, con su deseo persistente de anidar sigilosa en la ciudad del silencio, la bella muere entre los telones tangueros de sus lamentos. Y ama y clama, descansa en la historia y se estanca por siempre entre los tibios suburbios de la canción…
Autor: Graciana Petrone -
ARGENTINA - 37 Años
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