Mami Lucía nació cuando se pintaron de blanco las yaguas de las palmas; brotaron los azahares al limonero y la manigua repetía el eco de los amaneceres campesinos. La cobijaron hamacas de puro saco y brazos de pura luz de virgen, María, la abuelaza estoica que defendió a sus cachorros de la jauría de la pobreza como leona parida, con dientes fuertes y la mirada perdida. Así nació Lucía y repetida. Tal vez por ello es del monte, de aroma y de felino. Llana, sin ataduras para su lengua, ni camuflajes para su sentir. Es de algodón y de acero, de monte y de sabana. No sabe de puertas cerradas para el viento y los amigos. Sencilla y humilde como una violeta; pero sin timidez. No sabe de números ni de letras; ni de libros, ni poetas, ni de Historia; pero calcula distancias, opina sobre lo que le place acentuando llanas y esdrújulas a su antojo; escribe en jeroglíficos y se extasía de héroes. Sus versos no riman porque ni ella misma sabe que los escribe, cuando emborrona cuartillas con pulso tembloroso y se reparte en hijos ausentes. Envía abrazos del tamaño del mar, bendice como si fuera El Papa, aunque no sabe dónde está El Vaticano; acorta los meses y acelera los días, se enamora de la belleza y ríe como cascabel que despierta al vecindario; reparte alegría, no ama el dinero, pone rosas a sus muertos y cuando llora lo hace hacia adentro. Le sobra en bondad lo que le falta en el lucro y se siente feliz con lo que a otros no les alcanza. Del monte le viene silbar como sinsonte y del viento su aleteo. Se achica cuando llueve y ante una dificultad crece; la luna llena de enero la torna niña y se pregunta si será así de grande bajo otros cielos. Se reparte en cariño y se divide en besos. Es vieja por fuera porque agotó su plenitud en la batalla por la vida; pero es niña por dentro; es tan bella que alguna flor misteriosa todavía abre para ella y ni con eso se queda, porque comparte el milagro hasta que amanezca. Mami Lucía no es de septiembre, desde enero a diciembre lleva flores en su sombrero; en invierno o verano flota en mis versos y en mi pensamiento. Ni versos, ni pensamientos podrán expresar todo lo que la quiero. Es mi coraza en el destierro y plumaje suave para descansar en el tiempo.
“Porque es muy grato, sobre
la frente
sentir el roce de un beso
ardiente
que de otra boca nunca es igual”.
José Martí
Autora:Antonia Blasa Martín Pérez.
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