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La espera

Ese año las golondrinas no llegaron.Los sauces verdeaban igual que siempre.Igual que siempre los àlamos elegantes engordaban sus brotes rojizos y los primeros alcahuciles aparecìan en la feria,pero ellas no marcaban el cielo de las tardes todavía frescas con su vuelo parabòlico y su breve trino.

La cebada ya estaba alta y amenazaba con espigar sin esperarlas y la alondra con cola de orca remontaba el vuelo solitaria hasta convertirse en un punto borroso allà en lo alto,atràs del monte sombrìo de eucaliptos.

Nadie sabìa que sucedìa.Faltaba una nota en el bullicio crepuscular de los pàjaros y la luz de la media mañana ,siempre tan plena y llena de abejas rumorosas,no brillaba como otras veces.No vibraba con la certeza de la vida que crece indetenible abandonando el invierno envejecido.

Los pàjaros sedentarios,esos que todo el año estàn siempre en sus lugares dando fè de la vida, en medio de las ramas peladas y el pasto marchito,necesitaban del impulso de los que siempre regresaban a dar la señal inequìvoca de que todo renacìa.
Los zorzales esperaron hasta mediados de setiembre y una mañana muy temprano no aguantaron màs y lanzaron su coro de silbidos cristalinos.El hornero creyò que ellas habìan vuelto y volò hasta lo alto del paraìso para mirar el horizonte, pero solo lo recibiò el ronquido de un aviòn mañanero que remontaba el cielo sin nubes.

La primavera avanzaba cada vez mas decidida.Cuando pasaban los chubascos de fuerte viento y lluvia gruesa y repentina,la tierra exalaba un olor nuevo,distinto,un perfume fuerte y penetrante a pino y madreselvas.

Pero las golondrinas no llegaban.Los niños no preguntaban por ellas como ya no preguntaban hacìa años por las grandes nubes de mariposas blancas y amarillas ni por los panaderos y la voladora baba del diablo.

Los hombres,siempre ocupados de si mismos,todavía no se daban cuenta de lo que pasaba.Solo los pàjaros,los duendes y los àrboles se miraban entre ellos y guardaban un angustioso silencio.

Un dìa llego una cigüeña volando pesadamente con las puntas de sus grandes alas dobladas hacia abajo.No contestò a las preguntas ansiosas que le hicieron.Las cigueñas nunca contestan esas preguntas porque nadie sabe de donde vienen ni a donde se van cuando los dìas se acortan.

La primavera seguìa avanzando indetenible. Un olor navideño comenzaba a llenar las calles y los jardinesLa flores de los ciruelos ya habìan caìdo y grandes pepitas verdes cuajaban las ramas .
Las sombras del crepúsculo cubrìan los matorrales y la parte baja de los àrboles y solo brillaba el cielo y la copa de los altos àlamos,cuando llegaron al pajonal un grupo de aguiluchos langosteros.Estaban flacos y con las plumas alborotadas.Venìan volando sin parar desde muy lejos,desde los desiertos del centro de Mèjico.
Y ellos sì hablaron. Y contaron que al muro que se había construìdo bièn al norte,mas allà de Chihuahua para que no pasara la gente,le habìan agregado encima una barrera electrònica para que tampoco pasaran los pàjaros.


de Rodolfo Jose Casals
Republica Argentina
59 años

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