Diamante en bruto que se oculta tras los dientes, sin embargo ellos son los que lo hacen destellar, curioso detalle...
Un pianista se abre a la batalla, los pianos pueden ser buenos aliados en cuanto fuerza y por tamaño, así se abalanzaba contra el enemigo, raudo y oculto resonaba por debajo de la tierra que venía tras y en pos de sí. Todo ser muerto o animado preguntaba “¿Quién es el pianista que nos ha de derrotar?”, casi sin respuesta proseguía la contienda y se amarraba cual pedal, no se podía conseguir la facha de guerrero puesto que el smoking siempre si le va, o le iba, o le iría en cada caso que el se debía despeinar. Días enteros en lucha interna se entrego al desequilibrio mortal tan solo para verse al final reunido en una casa fina y con invitados igualmente altivos que le miraban con extrañeza y exclusión, pretendían ser más dignos, ¿dignos de qué? Quién sabe.
Así era cada temporada y él mismo se arrepentía de su mirada que al espejo reflejaba ser no menos que un hombre envejeciendo, aunque tampoco era más que un ser que se acerca a su destino sin palancas ni frenos. Así era cada día que se encontraba sentado consigo mismo y frente al piano, es decir, cada día que se encontraba con su mismo piano y frente a sí... a veces parecía no haber distinción entre ambos, por veces parecían ser el mismo y por veces realmente lo eran, muchas veces no había error, eran más que un objeto y su amo.
Y la doble contradicción se repetía en su cabeza, el piano ya no sabía si seguir con él o buscar algún otro interprete sin tantos problemas con su existencia... el hombre parecía saber que su instrumento algo fraguaba... sin embargo ambos seguían interpretando, tocándose mutuamente y sacando esos deliciosos sonidos solo comparables al hacerse el amor –y de verdad lo hacían, ya no eran un niño y un piano... eran dos seres fundiéndose entre sí y a través de las florescencias del amor y del arte–.
A pesar de sus sospechas –mutuas– siempre había tiempo para hacerlo, ya sabes, como una de esas parejas que se odian pero que todo les es maravilloso cuando están durante el acto sexual... era una relación pasional y ambos lo sabían aunque sutil y evasivamente, ambos lo sabían y no les importaba, incluso la gente les daba risa, hacía tiempo que habían superado todos los prejuicios del inconsciente –colectivo, ja–.
Y así estuvieron por años, presentando su romance al público de los palcos y de las salas que los contenían... a los oyentes oídos mundanos que asistían a su encuentro cual seres snobianos y de “mucha clase”. Ellos usualmente no miraban al 4° muro, pues le consideraban exactamente eso. Ellos se dedicaban simplemente a amarse por hora y media o dos, y si sentían algún especie de tensión extra podían incluso extenderse hasta que alguno de los dos cayera de cansancio –generalmente era el hombre... generalmente seguía sonando el piano... con la cabeza del hombre estrellada en las teclas y con algún médico revisando signos vitales y que no hubiera riesgo de sobredosis o de cualquier tipo de anomalía indiscreta–. Así vivían, así sentían y así se amaban, ¿por qué habrían entonces de cambiar un estilo y un modus vivendus tan eficaz?... y tan placentero les era que a veces se olvidaban de conciertos y se dedicaban el uno al otro olvidándose del espacio y del tiempo, en casa de alguno de ambos –generalmente del pianista...– vivían las más extrañas aventuras, se escuchaban mutuamente, se daban calor y descanso... y solo cuando esto no les era vasto, solo en ese caso comenzaban a preparar juntos el siguiente y nuevo recital, pues era en ese suelo y en esos aires que la vida les otorgaba una nueva esperanza y motivación para seguir, juntos y amándose hasta el final.
Esa fue la historia de hoy, fin... por hoy, adieu
Seudónimo: Sho
País de origen: México
Edad: 18 años
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