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Alas de libertad

"Cosa curiosa los pelos, como por nobleza nomás, no se quejan de que uno los corte." me dijo un día mi peluquero." Porque será que aceptan el más crudo final, sin importarles tal vez que estemos ahí tijera en mano a punto de deshacernos de ellos."

Esta es la breve historia de dos pelos (a quienes de ahora en más me referiré como una Pela y un Pelo,) enamorados al punto de enrularse y alaciarse de pasión , electrizarse y separarse por celos y fundirse bajo el agua de la ducha en una caricia eterna.
Ella era dócil y suave, años de enjuagues costosos la tornaron sedosa, pasiva a la planchita y al rizador, las tinturas la maltrataban pero ella salía día a día a enfrentar el mundo y los gorros y hebillas con una templanza envidiable. En un principio él supo ser así, pero… después no tanto. Comenzó por encresparse más de lo que el médico le había recomendado, luego se atascaba en cuanto cierre relámpago podía sólo para causar molestias y terminó por convertirse invariablemente en “ése” pelito que te tira cuando te peinas tirante. Y para colmo de males, últimamente a causa de sus nervios, su raíz venía adelgazando mucho.
Como habrán comprendido, vivían en una cabeza femenina, coqueta y cambiante, del rubio al morocho del lacio al rizado, y aún así, nada divertida para Pelo.
Pela, cantaba en la ducha, Pelo bufaba cuando veía los frascos de champú y los peines. Pela, le sonreía al peluquero, Pelo se endurecía para intentar desafilarle la tijera. Ella ondeaba divertida en el viento, él se pegaba a la estática del pulóver a propósito.
Ella trataba en vano de dulcificarlo, lo envolvía con amor, se enroscaba en el para mimarlo pero él estaba de malas. Siempre de malas. Por qué, se preguntaran ustedes, bien, por la sencilla razón de sentirse atrapado en una cabeza para toda la vida. Él quería conocer el mundo, viajar en los hombros de algún distraído, subir con el viento hasta las nubes, volar hasta un charco y navegarlo libre y feliz como una pluma.
“Mira, mira” intentaba Pela “el viento…vamos a pararnos por encima de la cabeza y dejar que nos pegue en la cara”
“No quiero” respondía él. “Me aburre.”
“Ohh mira… la lluvia…juguemos con el agua al carnaval”
“Bahh, carnaval. Gran cosa estando preso en esta cabeza.” Contestaba Pelo.
El tiempo pasaba inexorable y los dos Pelos compartían cada vez menos, y se distanciaban cada vez más. Pela empezó a pensar que el final tan temido, de quedarse sin su amor se acercaba. Lo había visto desmejorar cada día, volverse delgadito y frágil como un suspiro, y sin embargo insistía en huir. Callaba por no llorar cuando él le hablaba de proyectos que nunca incluían quedarse en esa cabeza, y pensaba que no lo volvería a ver jamás.

Una mañana fría, Pela miró por el rabillo del ojo y vio a Pelo despierto y pensativo. Él le sonrió cabizbajo y dijo “es hora”. Tragando sus lágrimas de pelo orgulloso Pela asintió “es hora” repitió y se dio vuelta para no mirar. Lo vio muy diferente, desmejorado pero reconocible todavía.
“Que tengas un buen viaje” le espetó desafiante, pero sabiendo que nada lo detendría. Estaba decidido a volar lejos de la cabeza que lo vio nacer y crecer.

Él atinó a acariciarla, pero pensó que sería aún más doloroso dejarla. Y estaba seguro de partir.
Pelo se soltó, cerrando los ojos emprendió el viaje hacia otra vida, desconocida y excitante. De golpe el mundo le pareció suyo.
Ella apenas se inclinó para verlo caer, débil como una exhalación, sin vida. Lloró en silencio su suerte pero sintió alivio al pensar que murió creyendo su libertad, imaginando una utopía donde un pelo es capaz de viajar en los hombros de un soñador, en el pulóver de una niña o simplemente en la brisa de junio.
Para ella todo cambió, la cabeza también se fue debilitando. Uno a uno de sus amigos se fueron marchando cayendo precipitadamente, hasta que un pañuelo colorido tapó el vacío que dejaron mil cabellos y después ya nada, Pela no vio más el horizonte ni la estela de luz que dejó al caer su amado Pelo, ni la brisa de invierno o el solcito del verano. No más lavados ni rizos furiosos, ahora semana a semana se perdían más y más amigos.
Y cuando la cabeza ya no salió más a pasear y Pela perdió su última gotita de fuerza para sostenerse cayó a la almohada sonriente porque sabía que donde fuera volando encontraría a su amado Pelo flotando ajeno y feliz, se enredarían y viajarían con la brisa lejos, lejos y juntos.


de Florencia Quereilhac
País de origen: Argentina
Edad: 31 años.

Observación de la Autora: Esta breve historia está pensada para niños de escuela primaria, dado que soy docente de ese nivel.


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