de Teodoro Llorente
Poeta, pulsa la lira
Y alza la sien soñadora;
Abre los ojos, y admira;
Abre el corazon, y adora.
Con alas de aguila hiende
Los espacios, y desciende
Sobre ti la inspiración;
Yo soy aquel rayo de oro
Que hería el mármol sonoro
De la estatua de Memnón.
Soy la Luz, soy el destello
Que de Dios brilla en la fuente.
¿Ves esos cielos profundos,
Esos astros, esos mundos?
Todos existen por mí.
Dios, que crearlos quieria,
Miro a la extensión sombria,
Dijo una palabra, y fuí.
Vestido el caos de nieblas
Y agitandose entre brumas,
Batía en mar de tinieblas
Negras olas sin espumas.
Yo, contra el mosntruo funesto
Flamigero dardo sesto,
Y en rapida dispersión,
Desgarradas por mis flechas,
Las sombras, girones hechas,
Barre el airado aquilón.
Rotos los funebres velos,
Corónanse de albas lumbres,
Y en los transparentes cielos
Alzan los montes sus cumbres.
Sereno a sus pies dilata
El mar sus olas de plata
Que nadie pudo medir;
Y al son de ignorada lira
El coro de estrellas gira
En esferas de zafir
Desde entonces la alborada,
Incendiando el horizonte,
Baña con su luz rosada
La frente adusta del monte;
Desde entonces también arde
El cielo al morir la tarde
Tinto en sangriento arrebol,
Pues, por luminar del mundo,
En el espacio profundo
Puse la antorcha del sol.
.Yo a la luna misteriosa
Doy la claridad tranquila
Que en secreto bebe ansiosa
La soñadora pupila.
Yo a las nocturnas estrellas
Vesti con sus luces bella,
Y piadosa darles se
Esos resplandores santos
Que os revelan en encantos
Del amor y de la fe.
Tú, que al ocaso y la aurora,
Sin fatiga y sin enojos,
Cual aguila triunfadora,
Clavas en el sol los ojos,
Canta la luz. Los risueños
Siglos de los dulces sueños,
Por Dios, el vate inmortal
El númen dieron, que guia
En la inmensidad vacia
Mi regio carro triunfal.
Canta, canta, hijo de Apolo,
Canta el alba soñolienta
Que en los cristales del Polo
Vierte luz que no calienta;
El astro que es vuestro estio
Entre perlas de rocio
Dora la palida mies,
Y el rojo sol africano
Tostador del polvo vano
Que arrastra el simún después.
Canat la noche estrellada,
Canta el luminoso dia,
Canta, la tarde bañada
En dulce melancolia;
Canta las pintadas flores,
A las que vario en colores
Pretso brillante matiz;
Canta las parleras aves,
Que anuncian con trinos suaves
Del sol la vuelta feliz.
Canta, canta a las hermosas,
Si a tanto tu voz se atreve;
Las de megillas de rosas,
Las de garganta de nieve;
Canta con ojos amantes,
Que destellan deslumbrantes
Vida, fe, dicha y amor,
porque en ellos puse ufano,
Por hechiza soberano,
Un rayo de mi fulgor.
Y si este mundo no basta
A tus ansias de poeta,
El vuelo tiende entusiasta;
Pasa audaz para vulgar meta.
De los astros sube al coro;
Sobre sus orbitas de oro
Ven, de mis huellas, en pos,
Y en la celeste morada
Bebe de la luz increada
Que irradia el rostro de Dios.
Veras, con impulso blando,
Entre hermosos arraboles,
A tus pies lentos girando;
Mundos, estrellas y soles;
Y alli las esferas todas
Cantan las santas bodas
De tu espíritu inmortal
Con la luz, que hoy a tu mente
Revela cofusamente
Tu ambicionado ideal.
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