Biografía de Escritores Argentinos Headline Animator

Marianne

Después de leer tantas cosas eruditas


estoy cansada, hija, por no tener los pies más fuertes


y más duro el riñón


para andar los caminos que me faltan.


Perdona este reniego pasajero


al no encontrar mi ubicación precisa


y pasarme el insomnio acodada en la ventana


cuando la lluvia cae,


pensando en la rabia que muerde


la relación del hombre con el hombre;


ahondando el túnel cada vez más estrecho


de esta soledad —en sí , un poco la muerte anticipada.


Qué bueno que naciste con la cabeza en su sitio


que no se te achica la palabra en el miedo,


que me has visto morir en mí misma cada instante


buscando a Dios, al hombre, al milagro.





Tú sabes que nacimos desnudos, en total desamparo,


y no te importa


ni te sorprende el nudo de sombra que descubres.


Todo se muere a tiempo y se llora a retazos,


has dicho.


Sin embargo,


es azul le cristal de tu mirada


y te amanece fresca el agua del corazón,


quitas fácil el hollín que pone el hombre sobre las cosas


y entiendes en tu propio dolor al mundo.


Porque ya sabes


Que sobre todos los ojos de la tierra


Algún día, sin remedio, llueve.





Bajo el oro pequeño de los trigos





Si me voy este otoño


entiérrame bajo el oro pequeño de los trigos,


en el campo,


para seguir cantando a la intemperie.


No amortajes mi cuerpo.


No me escondas en tumbas de granito.





Mi alma ha sido un golpe de tempestad,


un grito abierto en canal,


un magnífico semental


que embarazó a la palabra con los ecos de Dios,


y no quiero rondar, tiritando,


mi futuro hogar,


mientras la nieve acumula


con ademán piadoso


sus copos a mis pies.





Yo quiero que la boca del agua


exorcice mi espíritu,


que me bautice el viento,


que me envuelva en su sábana cálida la tierra


si me voy este otoño.



de Enriqueta Ochoa

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