Y si, al final es todo por culpa de un extraño conejo que, ya habiendo abandonado todo tipo de prejuicios que lo limite, solo se dedicaba a crear juegos totalmente viscerales que modificaban por completo el dibujo que de cielo se veía cada vez que se pensaba en la tierra como obra de arte. Lejos de ser divino diabólico, el triste conejo solo quiere, habitando un extraño plano intermedio, procurarse su propia diversión. Él es eterno, no hay tiempo que pueda alcanzarlo para dañar, o al menos marcar, su piel. Es un conejo común, no tiene poderes especiales o mágicos pero… es extraño. En realidad todo su poder esta en su cabeza. Él siempre será inocente, no por un sucio juego de impunidad, sino porque somos nosotros quienes, en verdad, procuramos en un principio que la tierra se convierta en su cubo mágico… su único juguete. La historia es así…
Algo hermosamente misterioso creo una realidad en concreto (eso que nosotros vemos y tocamos, etc.) para que sea habitado por varios seres que, solo (una de tantas veces) tenían que cumplir con su trabajo. Así apareció el humano y todos los seres vivientes que nos rodean (plantas, animales y demás). Después vio como el hombre comprendía ciertas cosas, porque se había desarrollado mejor que los otros, así que les dio almas. Solo para saber… para que entre nosotros compitamos por quien podía llegar al fin de sus días mas puro, pero algo fallo, el hombre renegó de esa fe y se procuro un nuevo dios. Luego, solamente para complacer la escasa inteligencia humana, apareció su contra, su antitesis (llámalo como quieras). Ya esa fuerza hermosa se lamentaba por su buena fe, aunque sufría, todavía se esperanzaba. Allí aparecieron esos seres vacíos, sin alma, que estaban condenados a la eterna rutina, en realidad, allí aparecieron esas condenas. Luego apareció un dios (si, había muchos). Todos eran diferentes pero al final terminaban diciendo lo mismo. También, obviamente, estaba el diablo aunque, por miedo, no se lo trató de entender mucho. Solo queda el humano… ser único, poseedor de una bella y pura alma que dirigía, basándose en los demás seres que lo rodeaban, el incierto destino de la tierra. Ah, la fuerza hermosa solo miraba aunque a veces marcaba pequeños puntos en la tierra que provocaban que se sienta, todavía sin entender parte de lo que conforma a esa extraña fuerza. Después, y nadie sabe como, apareció el conejo que también poseía alma pero que no se podía encasillar en el cielo o en el infierno. Él solo escapaba de cada uno de los conceptos (tal vez su aparición se debió a la excesiva cantidad de migajas que esa fuerza dejaba sobre la tierra) que manejaban el aire de la tierra y así empezó a jugar, sin darse cuenta competía, con los retazos de suelo que veía. Se acercaba a un árbol y lo deformaba dándole expresión de sentimiento. Él era un verdadero artista pero de alguna manera, todavía misteriosa, el hombre descubrió esto y encontró un motivo, totalmente alejado al verdadero, para justificar estos cambios. Pero al conejo no le importaba, él era feliz jugando. Con el paso del tiempo el conejo seguía divirtiéndose con la tierra mientras que el humana buscaba y encontraba (eso es lo mas triste) métodos para combatir esos cambios que el conejo provocaba. A todo esto la extraña fuerza se dedicaba a procurarse pequeños miembros en la tierra. Era raro, ninguno de esos miembros era victima de sus juegos (los del conejo). Pensándolo mejor… el humano atacaba constantemente a esos puntos específicos. En un proceso enormemente lento la tierra se fue modificando a su merced. Uno era malvado y el otro, simplemente, inocente.
de Jesus Scandroli
Edad:20
Nacionalidad: Argentina
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