Se calla todo para escuchar en alto
una huella, un hospital de guerra.
Las gotas dejan de rodar por el asfalto
y la sangre, en bella circunferencia,
dibuja las venas ardientes de la tierra
como naturaleza conseguida.
Hay una mujer prisionera, una bailaría y la otra,
más lisonjera, se soltaría el cabello
y caminaría hacia ella sin dejar rastro ni huella.
Todas ellas son aquella semilla que vendrá
con sosegada sonrisa y locura calma.
Repaso cada vestido puesto,
las sílabas conjugadas con el traje cosido para el abandono
o aquel gris olvidado de la tarde fugitiva
envuelta en fuego y que ardió en humo.
Hago recuento: nunca quebré una trenza,
ni rompí el cuello de una serpiente,
alguna vez sí besé una piedra,
hasta acaricié su lomo por belleza,
también tomé un luto por inventada fiereza
y acosté mi costado desnudo
al lado de alguna treta.
Ahora, sin gesto y sin contorno
desembarco de pie en otra mujer.
Empiezo a caminar danzando entre los árboles,
soy ese ojo desnudo
abierto a los cuatro puntos cardinales.
de Mónica López Bordón
España
Edad: 32 años.
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