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Mi vendedora de libros

Perdone si le interrumpo señor… oí una voz a mi lado y al voltear la cabeza me encontré con mi compañera de viaje, una atractiva joven…
Que lastima había pensado yo minutos antes, al sentir que alguien ocupaba el asiento vacio a mi lado… con tantos sitios desocupados y vienen a sentarse aquí…
Hace muchos años sucedió este episodio pero lo tengo tan presente que me parece que fue ayer. En ese entonces trabajaba como agente vendedor de la fábrica de tejidos Marangani y tenia a mi cargo todo el sur, siendo frecuente mis viajes a Mollendo.
Pero esa vez viajaba a Mejía, a reunirme con mi familia por la temporada veraniega y ellos me estaban esperando ya allí. En el coche salón había poca gente, lo que era raro y me agrado mucho pues deseaba aislarme para poder leer a mi gusto, ya que no me agradaban las conversaciones banales que se entablan con compañeros de viaje y por eso escogí el asiento mas alejado de los demás pasajeros. Y me había enfrascado en la lectura, un poco adormecido por el lento traqueteo del tren, pero sin llegar a dormirme.
"Soy vendedora de libros –continuo mi vecina- y como veo que le gusta mucho la lectura, le ruego de un vistazo a esta lista de libros a ver si encuentra alguno de su interés…
Conversamos largo rato sobre temas literatos en los cuales era erudita y su conversación muy amena, aunque me pareció algo triste lo mismo que los temas que abordaba. Me llamo varias veces la atención sobre un libro recién publicado. Se trataba de un volumen de poesías. Le anote los libros que me interesaban, incluyendo el que con tanto interés me recomendaba, lo que me agradeció efusivamente y fue la primera vez que la vi sonreír. Le indique la dirección donde debería enviar los libros y la fecha, pues no regresaría a Arequipa hasta fines de marzo. Tomo nota cuidadosamente y como me había caído simpática, les recomendé a varios amigos de Mollendo quienes seguramente le comprarían algunos libros.
Como me quedaba en Mejía y ella seguía a Mollendo, nos despedimos amigablemente, y le ofrecí mi casa, pues tenia deseos de presentarle a mi familia.
No volví a pensar en el asunto hasta que al regresar a Arequipa y a los pocos días recibí un paquete de libros, m vino a la memoria la imagen de la joven con quien viaje hasta Mejía y desee que algún día volviésemos a encontrarnos, lo cual no me pareció difícil ya que ella trataría de venderme algunos libros mas, sabiendo mi interés por la lectura.
Días después me apersone a la librería que me había remitido los libros, para cancelar la factura. Aproveche para preguntar por la vendedora.
"No tenemos ninguna vendedora señor… me respondieron" "¿Como? – dije… pero si una joven fue la que me vendió los libros cuando viajamos juntos en el tren hasta Mejía… de todas maneras me aseguraron que no tenían vendedora alguna y que el pedido había sido hecho por una joven que se apersono a la librería- el empleado que la atendió me hizo una descripción de la joven que coincidía exactamente con mi compañera de viaje.
"En ese tiempo Arequipa no era tan grande como ahora. Mucha gente nos conocía y una joven como ella no podía pasar desapercibida y me pareció fácil dar con su paradero, pero lamentablemente, no encontré a nadie que la conociera.
Entre los libros que había recibido estaba el volumen de poesías y, aunque no soy afecto a ellas, me puse a leerlas y me agradaron tanto que lo leí de un tirón. Al finalizar el libro mire con más atención la fotografía de la autora que estaba en la primera página y entonces reconocí a mi compañera de viaje. Comprendí el énfasis que había puesto en alabar el libro y realmente se lo merecía. La autora era María Luisa B. enterándome así del nombre de mi compañera de viaje. En todo eso no había nada de raro. Resulta claro que ella patrocinaba su propio libro y lo hacia en toda oportunidad, tal como ahora acostumbran muchos autores, autografiando los libros que adquieren sus admiradores. Pensé que si la volvía encontrar le pediría que me lo autografiara pero no la volví a ver y me fui olvidando del asunto. Unos meses después sucedió algo que hasta hoy no logro explicar. Tengo la costumbre de leer los avisos necrológicos de los diarios y un día encontré uno que me produjo fuerte emoción. Los familiares y amigos de María Luisa B. invitaban a una misa por su eterno descanso con motivo de cumplir el primer aniversario de su trágica desaparición. Recién comprendí porque no la había vuelto a ver y consultando fechas comprobé que su muerte se había producido cuatro días después de que viajásemos juntos.
Me intrigo mucho y asistí a la misa, donde trabe amistad con uno de los parientes.
Había sido una joven muy apreciada y a la misa se vio muy concurrida. El pariente me informo que al llegar a Mollendo y descender del tren, un carretillero que portaba equipaje y pasaba rápido, la atropello, con tan mala suerte que al caer se golpeo el cráneo en una grada de cemento quedando privada. Cuatro días estuvo agonizando y murió sin haber recobrado el conocimiento. Me dirigí a la librería donde tenia anotada la fecha del pedido y pude constatar que ella estuvo allí mientras agonizaba en Mollendo.


de Alfarero
Pais: Perú
Edad: 46 años

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