Apágame la luz gritaba este gigante y sus mil rostros, tengo piel entre tanta muerte cicatrices por senderos y un anzuelo para atraparme, olvida que hurgaste en mi y sangraste, que astille tus muslos, resbale en tu saliva y te deje parir una pronunciación inequívoca, para aquellos que son llamados con un nosotros y nunca se enfrían, aun cuando hay que matarlos y llenarse la boca con ellos después de tirar de sus encajes.... había estado en el recinto apenas lo suficiente para amordazar su garganta, cuando todo quedo sitiado por delante de mis manos y no hubo más que halar; al menos el mármol se mantenía seco, lo se, porque su calvo cuero sangraba a mitad de la noche enredado en su vientre y olvide cortarle los dientes; necesitaba desnudarla, fue entonces cuando la arranque del suelo y deje caer su piel en mi entrepierna, sentí su humedad y como iban helándose sus pechos después de desabotonar su espalda, al cabo de un instante supe que intentaba dejar de respirar y el tiempo se quebró en dos, yo, por debajo de su cuerpo y al mismo tiempo clavado en sus ojos haciendo marañas con su aliento y fantasma; todo fue un intento de escapar de ella , lo sabe, ahora su rostro no me parece más que un espejismo, un terreno blando que me pertenece y ha muerto en mi.
El tiempo... el tiempo se me escapo, solo recuerdo imaginar que estábamos cubiertos hasta los huesos de polvo y ella se convertía en serpiente, se escabullía entre la tierra y me tragaba, habíamos desparecido, la profundidad era un aliado que nos mantenía intactos, enterrados y lejos de toda cura. Fue como un largo adiós, toda una vida que crecía con dirección a otro espacio, donde las criaturas son un montaje removible dibujado a escala; esta vez fueron arena caliente, kilómetros de espacios vacíos, todos ellos sumergibles y plegados sobre un fondo gris, el de su eco frenándose de golpe a la mitad del incendio.
Apenas abrí los ojos, ella resbaló por mi cuerpo no sin dejarme calcada su carne, pronto estaba de pie situado frente a su cadáver, anudando sus tobillos y muñecas, no resistí más , la cargue sobre mis hombros, deje que besara mi nuca y me escupiera con sus fosas a punto de reventar, el ardor se me insinuaba violento, escurría por mi rostro y se hundía en mis puños, sus uñas me habían atravesado el pecho tanto que después de tirarla sobre la cama, sentía su peso colgando, tirando de mi como rehusando desprenderse, tuve entonces que desatarla para poder entreverarme bajo su falda, junto a su lamible sabor púrpura dilatándose en mis labios que envejecían para poseerla y poco a poco se hicieron silencio.
Las grietas en su cabeza se sacudían, temía desbaratarla, estaba hinchándose cuando por un momento alcancé su boca con mi lengua, parecía desencajada del resto, con una expresión perversa, torcida en yagas y derrumbándose.
Recuerdo mi prisa, un sonido espeso mientras hablaba y se llevaba las manos a su cabeza para emparejarse los rizos, las paredes ondulándose a sus espaldas y como me miraba mientras cortaba en seco las espinas, recuerdo mi miedo creciendo, observándome e incitándome con su filo, pero no más..
Ahora mismo se que estoy descalzo, llevo puesto su atuendo y estoy vivo, pero no más.
de Gota Fria
Pais: Mexico
Edad: 25 años
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