Biografía de Escritores Argentinos Headline Animator

El día decisivo

Sonrió, aunque el cansancio lo doblegaba, sonrió. El viejo aborigen no había mentido. Sin duda, allí, a pocos pasos, estaba el tesoro tan largamente ambicionado.
Por fin su vida plagada de peligros y desventuras cambiaría. Encontró al hechicero casi moribundo y le salvó la vida. Él, siempre propenso a quitarla; a cuántos viajeros desprevenidos había “liquidado” por menos que nada. Sus andanzas y fechorías quedarían atrás, estaba harto de escaparle a la policía y andar a salto de mata; buscando un porvenir, un buen pasar cada vez más esquivo. Y ahora, gracias al único acto caritativo –seguía sin entender por qué lo había hecho-, tendría su recompensa. Cuando el anciano mencionó en su delirio “pepitas de oro del tamaño del puño de un hombre”, no estaba equivocado, seguramente en el filón principal fuesen así a juzgar por el hallazgo junto al río.
Echado de bruces, bebió otro sorbo de agua fresca, lo saboreó con deleite, llevaba mucho tiempo sin disfrutar de un manjar semejante. Se incorporó, miró en derredor y con la alforja al hombro echó a andar entre la espesa vegetación; según los dichos del viejo jíbaro, la mina quedaba cerca. Sólo debía hallar una caverna profunda en la zona rocosa y sería el hombre más rico del planeta.
Distraídamente, acariciaba entre los dedos las tres pepitas encontradas junto al agua, eran grandes, ¡inmensas!, nunca había visto otras de ese tamaño. Aprovechando una “picada”, abierta seguramente por cazadores, apuró la marcha. En esa senda leve, casi imperceptible, halló varios granos auríferos, testimonio irrebatible del paso de un minero por la misma. Al ir declinando el sol, temeroso de pasar la noche entre la maleza, expuesto a las innumerables fieras de la selva; decidió abandonar el caminito y abrirse paso con el machete; yendo en línea recta arribaría antes a las estribaciones de la montaña; allí podría descansar hasta el amanecer.
Sumido en la oscuridad, desfalleciente, encontró una cueva y se internó en ella trastabillando, dio un par de pasos, tropezó y cayó boca abajo.
La fatiga y Morfeo lo vencieron.
Sus sueños fueron descabellados, pero majestuosos, bellos: se vio rey, amo y señor de enormes extensiones; hasta escuchó las estentóreas voces de sus súbditos aclamándolo y el batir de los tambores tocando en su honor.
Los gritos arreciaron, las voces sonaban enardecidas y las tamboras multiplicaron la intensidad de sus redobles.
Regresó del ensueño con una molesta sensación en muñecas y piernas. Estaba atado. ¿Por qué? ¿Qué extraño hechizo lo dominaba…? Tan luego hoy, precisamente hoy… ¡El día decisivo!
Miró hacia el interior de la caverna.
Una enorme montaña de esqueletos humanos y huesos esparcidos por doquier…
Afuera, la algarabía crecía y crecía, salvaje, demencial.
Celebraban por anticipado la perspectiva de la inminente pantagruélica comida. Gracias a “la infalible magia” del viejo hechicero, una vez más, la tribu disponía de carne fresca.


de Nemesio Martín Román
63 años
Córdoba, Argentina


Página web creada por su participación en Letra Universal

No hay comentarios:

Buscar por título o Autor

Búsqueda personalizada