Este informe me traerá, seguro, numerosos adversarios. Pero, en orden de la verdad científica, igualmente, lo desarrollaré. La primera de las revelaciones es espeluznante pero necesaria: “Algunos de nosotros viene de la paloma”. Mis sospechas existen al notar en los dibujos de los ángeles un par de blancas alas. Esas blancas alas son el símbolo que une al hombre con el ave.
Las palomas vuelan en libertad, aunque la libertad no deja de ser más que una búsqueda ciega por un destino: el destino de vigilar, el sentido del poder, el cruce de especies hacia el máximo grado de entelequia.
Y las palomas vuelan porque aman el vuelo, en el vuelo reconocen el poder de la libertad. En la libertad atienden el sentido del control, la asunción propia, la cuestión identitaria: “ser aves de presa”. No de presa de animal salvaje, tanto como un águila, o un cóndor, sino de presa humana.
Esta reivindicación ha llevado años hasta formularse en un plan gubernamental que, aparentemente, consiste en vigilar a los ciudadanos. Digo que, la Paloma al notar un criminal noticia al escuadrón de policía dónde está el atropello. ¿Cómo sucede esto? Para empezar, la paloma va y lo caga al pillo, su caca está hecha con un líquido que si bien es borrable no lo es el olor sutil que deja. El mismo la policía intercepta para castigar y limpiar. De ahí que la letra escarlata funciona en los hombres como un texto subliminal que da lugar a una reminiscencia sobre el control de los pájaros en nosotros. De ahí que cuando alguien dice “me cagaron” quiere decir que sufrirá ciertos tormentos. De ahí que decir “volá, paloma”, es noticiar el desengaño. Definitivamente esta filología asienta que las palomas son pájaros inteligentes insertos ya en un orden taxanómico irreprochable, frutos de una Naturaleza magnánima.
Y es cierto que hoy en día, las palomas reciben un arduo entrenamiento de los presos y los presos reciben la bondad irreprochable de las palomas. Se produce una zooterapia con fines prácticos. Estas palomas inteligentes vuelan por el cielo, día y noche. Darwin sabía que la relación nuestra con los animales era verdadera pero no supo descifrar ni cómo ni cuál. Ahora se esclareció el panorama: “venimos de las palomas degeneradas por presos lascivos o viejos demonios”. Además Darwin no dio cuenta de que un mosquito si chupa sangre, es para volverse paloma. Filogenéticamente hablando, claro, un hombre palomo es producto de una paloma y una paloma es producto de un mosquito que, de tanto chupar sangre humana, entiende por sus genes a quien debe vigilar. Léase: “El preso encauza lo que está latente, porque si bien el preso sabe lo que es ser vigilado, la paloma sabe porque el cielo, lo de las libertades”.
De la heterodoxia surgen nuevos animales, por eso cuando los presos se encaman con una paloma, nacen los hombres palomos, estos son los mentados intelectuales. Estos hombres son los que saben volar en sus decires. Por ejemplo: Jung y sus arquetipos son esquelas de un pájaro que no es Dios sino un Dios que es símbolo del pájaro. Todos huelen su herencia al fin y al cabo. Freud habla del complejo de Edipo porque sabe que hay un problema con los padres, pero se olvida el último tramo de análisis, donde Edipo se saca los ojos. El quía se saca los ojos porque cuando entiende la tragedia, sabe del huevo que se rompe (archivar en la filología: “No rompás los huevos”). Sartre, por otro lado, es un hombre palomo también, porque anhela la libertad por sobre todo. Y Foucault es el hombre palomo por excelencia, dado que analiza con suma eficiencia las prisiones, y eso sea porque huele su origen: el lugar de la zoofilia oculta. Resumiendo, todos los intelectuales son hombres palomos.
Los estudios notifican que las palomas no les temen a los hombres, por contrario se mantienen cerca de él como guardia civil. Las palomas tienen su sindicato y sus regímenes de conducta: vuelan en banda para demostrar lo que es una comunidad y forman una V en el aire (para emular a la vieja serie de V invasión extraterrestre). Pretenden así avispar a los ochentosos de que ellas son la única invasión aceptable, los únicos ovnis que atentan contra la humanidad. Como yo provengo de la generación del ochenta entiendo el mensaje oculto de ellas, y no digo que todos los intelectuales vistos sean conscientes de su linaje, porque a modo de física cuántica el observador es quien modifica el objeto, no es el objeto en sí. El inconsciente de cada uno de ellos palpa esto que yo hago consciente y refiero en estas notas. Mi convicción sucede de modo tal que pareciera elucidar al espíritu santo, ente que está signado como paloma porque paloma lo es literalmente.
No quisiera terminar mi informe sin las siguientes formulaciones:
1- Solo la primer raza de hombres viene del mono, el mosquito deviene en paloma y del cruce de la paloma y el hombre: los hombres palomos.
2- Los hombres palomos escriben religiosamente sobre el cielo porque de allí son las palomas, o escriben de la libertad porque ese es su carácter innato. Cuando el hombre palomo anhela ser un águila ya está relacionándose con lo superior, lo que la paloma no sabe y el hombre palomo descubre: “el águila es el ser sagrado”. Jung describe bien este pasaje, en donde ahora el hombre palomo instaura su ascenso hacia su evolución, porque si es tierra como mono y aire como paloma será fuego como el sol que le quema las alas y lo configura como ser celestial. Pájaro de fuego es el futuro. Ser celestial, eso que los alquimistas buscaban, alguien que prescinda de la materia como Descartes, el Budismo o Berkeley. Para no hacerla larga, detrás nuestro está lo luminoso, lo que Platón escribe, lo que los Aztecas adoran, la transmutación final, el vuelo hacia el infinito, muerte y resurrección.
de Martín Arenas
29 años
Argentina
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