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Nezahualcóyotl

Hace 600 años nació Nezahualcóyotl (1402-1472), o "Coyote hambriento". Fue hijo del rey Ixtlixóchitl y la princesa Matlalcihuatzin, hija del segundo señor de Tenochtitlan. Guerrero, constructor, legislador, pintor, filósofo y poeta, su biografía nace con el asesinato de su padre -cuando él contaba 16 años- y cuyos avatares: exilio, retorno, conjuras, alianzas y batallas tuvieron por finalidad el engrandecimiento de su reino. Según Fernando de Alva Ixtlixóchitl, su nieto, mató por su mano a 12 reyes, participó en 30 batallas, sujetó a 44 reinos, nombró generales a 43 de sus hijos y al 44 lo mató por belicoso y soberbio. Reunió a todos los sabios y filósofos de su tiempo y alcanzó a saber que había un solo Dios verdadero, al que llamó "Tloque Nahuaque". Castigó los delitos con rigor pero fue misericordioso y agradecido.

Para los nahuas la vida civilizada existía si en las ciudades había lugares para el canto y el baile. Las cuicacalli, casas de canto, estaban junto a los templos y en ellas vivían los maestros en música, canto y danza. En las festividades se usaban los tambores huéhuetl y tponaxtli, sonajas, flautas y caracoles. Los asuntos de las canciones eran las hazañas de los héroes, los elogios a los príncipes, lamentaciones por la brevedad de la vida y la gloria, elogios y variaciones sobre la poesía, poemas de amor y cantos divinos acompañados de pantomimas y juegos.

Los cuicapicque, autores de letras para los cantos, eran de dos clases: los que vivían en los templos y pertenecían a la casta de los sacerdotes y los de las casas reales, que ofrecían textos para las ocasiones memorables. Pero había también otros cuicapicque, los poetas propiamente dichos, que alcanzaban prestigio y eran muy solicitados por su arte para hacer perdurables hechos y sentimientos. Los primeros recibían, como orfebres, paga, los últimos sólo la gloria. Entre estos, en su mayoría príncipes y gobernantes, sobresalen, además de Nezahualcóyotl, Tlaltecazin de Cuauchinango, Nezahualpilli y Cacamatzin de Texcoco, Cuacuauhtzin, señora de Tula, Temilotzin de Tlatelolco, Tecayehuatzin de Huexotzinco, Ayocuan de Tecamachalco, Xicohténcatl el Viejo de Tizatlan y Chichicuepon de Chalco.

Entre todos ellos es Nezahualcóyotl de quien mayor número de textos se conservan: unos treinta y seis en total, y es también el único cuya obra cubre la totalidad de los temas náhuatl: indagaciones sobre la naturaleza y la función de la poesía, cantos a las flores y la primavera, meditaciones sobre las relaciones del hombre con la divinidad, lamentos sobre la fugacidad de la vida y los placeres, pensamientos sobre el otro mundo, elogios a guerreros y príncipes, etc. No hay, sin embargo, un solo canto a la vida erótica o al amor, ni rasgos de humor o gracia, quizás porque los tiempos que le tocó vivir no los requirieron o porque fueron considerados inadecuados a las circunstancias.

Los cantos de primavera, entre los que se cuentan los mejores de su obra, como Canto de primavera, Comienza ya, El árbol florido, Ponte en pie, percute tu atabal, tienen numerosas referencias a las casas de las flores, la variedad de las aves que allí estaban representadas, a las sonajas, tambores y cascabeles, al tabaco y al cacao, complementos de las fiestas. En la poesía de Nezahualcóyotl hay mucho más pensamiento que lírica. Y sin que esta falte y con maravilloso resultado, su característica es la meditación sobre tres temas: la divinidad, el destino y la poesía.

En el primero su concepción de la divinidad está alejada de la magia y la mística y es teológica. Pero Dios, con su naturaleza y el rigor que ella ha impuesto al hombre, es tratado con desdén. Ni alabanza ni adoración, quizás temor inspira al poeta, que se pregunta sobre la verdad de su existencia y de las cosas tangibles. El dador de la vida nos enloquece porque sin permanecer en sitio alguno le veneramos en todas partes, es inventor de todo y de sí mismo, nadie puede ser su amigo, nos embriaga por un momento y nos abandona para que sepamos que sólo él puede cambiar el rumbo del mundo.

Nuestra vida y destino no son verdaderos, ni hemos venido aquí para ser felices, dice Nezahualcóyotl. Vivimos en necesidad y el amargo sabor de las derrotas nos alimenta; hemos venido para vivir en angustia y dolor, la tierra es una casa prestada, no es la casa de los hombres y debemos, pronto, abandonarla. En como una pintura nos iremos borrando dice, que igual que los libros nahuas, hechos de color y figuras que desaparecen, los hombres desapareceremos consumidos por el tiempo. Nada podemos contra él, pereceremos e ingresaremos a la casa de los muertos, sintiendo, como en la vida, la tristeza eterna de los que la habitan. No lloremos a los que desaparecen, dice el poeta, igual destino nos espera.

La poesía es un don divino que nos es prestado para aliviar nuestro paso por el mundo. Las flores, es decir el poema, permiten darnos a conocer, nos dejan manifestarnos y engalanarnos por un momento, porque tanto ellas como él, retornan a la casa de la divinidad, al lugar de los que no tienen carne ni hueso. Feliz aquel que puede gozar de las flores y de los cantos porque son alegría, camino al misterio de la existencia y nos permiten conocer con trascendencia.

Fuente: PALABRAS PRELIMINARES. NEZAHUALCÓYOTL, EL REY POETA, por Harold Alvarado Tenorio, en www.poeticas.com.ar

Poemas para leer y disfrutar:

Estoy triste
Estoy Embriagado
Percibo lo Secreto…
Yo lo Pregunto
Solamente Él
Soy Rico
Alegraos
Canto de primavera
Poneos de pie
Canto de la huida

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