LA PIEL DE IRIANA

Agotado por el ajetreo licencioso que la noche le deparó en los brazos de Iriana, se puso a repasar palmo a palmo el iter críminis de su amor. La llamada telefónica pactando el encuentro, los reclamos trocados en promesas, la aparente distraída incursión a un motel, la acezante singladura de los besos, gemidos, ramalazos, el inconstante parpadeo, la marejada de los cuerpos, el delirio-la lujuria-azuzando-atizando y al filo del clímax ella confundiendo el nombre amado.

Poseído, con calculada parsimonia y taimado tacto amainó en su arremetida; tras un prolongado suspiro se echó de espaldas, mirando el cielo raso. Arriba, las figuras dibujadas por la humedad simulaban un amasijo de otros seres.
Con ostensible desidia se estiró hasta la silla del cuartucho y hurgó entré sus ropas. Al encender un cigarrillo -de esos que regalan en los tragamonedas- tuvo que esforzarse para disimular el temblor de sus manos. A grandes bocanadas terminó de consumir la agria y pálida evanescencia.
Entre sueños, el peso de la mejilla delicada sobre su pecho desierto le dictó la sentencia. Estaba claro, ya nada le devolvería la calma hasta asegurarse de que nadie más fuera dueño del haz de luz que dormitaba entre sus brazos.
Fingiendo una caricia displicente, solemne casi, tomó el cuello esbelto, lo rodeó con sus poderosas manos y ajustó con tal convicción y crudeza que los ojos de la pobre perdieron las órbitas y por supuesto también su encanto.
Bello y vencido, el cuerpo esbelto fue perdiendo su calor. Ahora era de un morado pálido la piel de Iriana, mientras su mirada huía triste por la ventana, hacia la inmensa noche que agoniza.

RELATO HIPERBREVE de “AMORES DE OTROS”

de Marx Espinoza Soriano
País: Perú.
Edad: 27 años.
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