El nicho del Arcipreste
Toda la información sobre el Arcipreste de Hita y su obra hay que buscarla en dos fuentes históricas: en el Libro de buen amor y en la documentación medieval de la primera mitad del siglo XIV. En ambas se ha trabajado intensamente durante todo el siglo XX, como lo demuestra la enorme producción bibliográfica existente tanto sobre el autor como sobre su obra. Si la examinamos de cerca, podemos comprobar que el mayor esfuerzo se ha concentrado en la tarea de la investigación filológica. Este paso era imprescindible, porque la obra de Juan Ruiz está erizada de dificultades. Pero no han sido menores los esfuerzos hechos también en diversos archivos con búsquedas insistentes y aparentemente exhaustivas. Finalmente estos esfuerzos han rendido sus frutos. Como consecuencia de todos estos trabajos, hoy sabemos mucho más acerca del Arcipreste y de su obra que hace, por ejemplo, medio siglo. Pero sobre la vida del autor y sobre el Libro de buen amor queda todavía mucho por averiguar. Estamos aún muy lejos de haber puesto punto final a los estudios. No está agotada ninguna de las dos vías abiertas por las que se puede seguir avanzando. La vitalidad de los estudios sobre Juan Ruiz y su obra mantiene una continuada progresión, como resultado de las numerosas investigaciones emprendidas en los últimos años.
Yo llevo bastante tiempo al frente del Archivo y Biblioteca Capitulares de la catedral de Toledo. De la Biblioteca Capitular toledana procede uno de los tres manuscritos conservados del Libro de buen amor. Muchos historiadores han abrigado la firme sospecha de que si alguna noticia histórica se conservaba sobre Juan Ruiz, ésta debería hallarse en el archivo catedralicio de Toledo. Este archivo ha sido sistemáticamente explorado en varias ocasiones a la búsqueda del autor, especialmente en la primera mitad del siglo XX. Destacan los esfuerzos hechos por don Julio González en su época de juventud. La verdad es que en esos años el archivo estaba provisto de insuficientes instrumentos de consulta, de modo que los resultados nunca fueron satisfactorios. Finalmente Francisco J. Hernández encontró un documento latino con el nombre de Juan Ruiz y su cargo de arcipreste de Hita en un cartulario procedente de Toledo que había pasado al Archivo Histórico Nacional de Madrid en la segunda mitad del siglo XIX a raíz de la política desamortizadora del gobierno de la I República Española. El códice en que se conserva había sido estudiado por historiadores de la talla del padre Fita y explorado a fondo por investigadores posteriores, como el propio don Julio González para alguno de sus trabajos de madurez.1 Pero es claro que en el mundo de los archivos pueden ocurrir las cosas más sorprendentes. Aunque parezca inconcebible, dicho documento guardado en el AHN de Madrid ha pasado desapercibido para todos durante más de un siglo. Nadie había fijado en él unos ojos atentos hasta el año 1984, cuando muchos daban ya por imposible la tarea de encontrar el ansiado nombre. Nada más ha sido descubierto hasta el momento actual, pero si existe alguna otra noticia todavía desconocida sobre el Arcipreste de Hita, lo más verosímil y lo más probable es que se guarde también en alguno de los archivos relacionados con la iglesia de Toledo, porque, según se desprende de la noticia descubierta y del propio Libro de buen amor, toda la vida de este personaje se desarrolló dentro del marco eclesiástico toledano.
Aunque por el momento no se volviera a encontrar ninguna otra mención de Juan Ruiz, no por ello la investigación de archivo debe darse por concluida, puesto que aún nos quedan por explorar todo un conjunto de datos históricos que pueden coadyuvar a reconstruir su entorno social. Este aspecto nunca puede ser considerado de menor momento, porque rehacer el escenario geográfico y social en que se movió es también una forma de acercarse a la comprensión del Libro de buen amor, creación literaria que refleja tanto la mente de su autor como el ambiente social de la Castilla de la primera mitad del siglo XIV. Nunca se debe perder de vista que cada hombre es hijo de su tiempo y cualquier obra y su propio autor sólo son explicables dentro de su contexto histórico.
Por mis ocupaciones profesionales creo haber sido una de las personas que han gozado en su vida de mayor número de oportunidades para descubrir la presencia de Juan Ruiz en los archivos. Mientras realizaba las labores de catalogación de los documentos medievales del Archivo Capitular de Toledo, tarea que me ha llevado algunos años, siempre he estado atento a este nombre, pero debo confesar que hasta el momento me ha sido siempre esquiva la fortuna. Confieso que yo también había ojeado y hasta hecho una descripción codicológica del cartulario de Madrid, sin percatarme del contenido de las hojas de guarda, donde se encuentra la única mención expresa de Juan Ruiz, arcipreste de Hita. En los registros medievales catedralicios de la primera mitad del siglo XIV ya había detectado algunos homónimos que pululan por la iglesia Toledo como racioneros, pero en ninguno de ellos se añadía la deseada puntualización de su cargo de arcipreste de Hita. Como en este mundo la esperanza es lo último que se pierde, en forma alguna se puede descartar una posible nueva sorpresa, por más que sea cada vez más difícil de imaginar después de tantas búsquedas. Por consiguiente, no sería prudente dar por finalizadas las labores de archivo.
En los grandes depósitos eclesiásticos medievales quedan documentos contemporáneos que contienen información acerca de los lugares que frecuentó nuestro personaje, acerca de las instituciones en que estuvo encuadrado y acerca de los acontecimientos que le afectaron como persona y como arcipreste. Partiendo del hecho incuestionable de que Juan Ruiz ha sido definitivamente identificado como personaje histórico, con este material de apoyo podemos tejer una trama de fondo que nos ayude a recomponer el mundo en que vivió. Eso es lo que en buena parte se intentará hacer aquí, aportando algunos datos de primera mano que añadirán nuevas perspectivas a lo que ya es bien conocido.
Siempre se ha dicho que, si deseamos que los resultados de una investigación histórica adquieran su pleno sentido, deben ser encuadrados dentro de las coordenadas de la cronología y de la geografía. El primer deber del historiador es situar a las personas en su preciso momento histórico y en su punto exacto sobre la faz de la tierra. Estos requisitos metodológicos son correctos, pero hoy seguramente insuficientes. Porque para individualizar del todo a una persona del tiempo pasado hay que explorar también su dimensión social: necesitamos averiguar cómo ese personaje estaba situado en su medio humano, cómo estaba organizado el estamento social al que pertenecía, qué rango ocupaba o le concedieron dentro de él, qué cambios sociales se produjeron durante su vida, qué mentalidad general predominaba en los hombres de su tiempo y de su misma condición, etc. Nos interesa descubrir lo que podríamos llamar su nicho en la sociedad de su tiempo, es decir, en dónde estuvo situado dentro de la comunidad humana que lo arropó. Habrá que preguntarse principalmente por los rasgos del grupo social al que perteneció el Arcipreste, por la formación académica que recibió en las instituciones transmisoras de los saberes de su tiempo y por las consecuencias que para su persona se derivan de la posición jerárquica que ocupó dentro del estamento eclesiástico.
La presente ponencia se propone, entre otros objetivos, definir ese nicho social de Juan Ruiz, contemplado desde el punto de vista de la historia de la iglesia de Toledo.
Continúa en Cervantes Virtual
Fuente: La persona de Juan Ruiz. Ramón Gonzálvez Ruiz, Catedral de Toledo; en Cervantes Virtual
Libro de Buen Amor
No hay comentarios:
Publicar un comentario