En ocasiones resulta interesante detener la introspección en pequeñeces que hacen a lo cotidiano y descubrir así, cuanta grandeza nos rodea victima de la más ingrata indiferencia.
No es un hecho menor considerar que todos los habitantes con algo más de ocho años de vida, gozan actualmente el privilegio de haber rozado los epílogos y albores de dos milenios. Con seguridad estos viajeros diacrónicos y milenarios transitan el calendario gregoriano sin reflexionar sobre aquella gala temporal que contemplaron sus vidas, pues la historia de la humanidad jamás ha vivenciado tal hecho sino hasta llegada dicha instancia.
La percepción sensorial traducida en placer emocional es una cualidad humana incomparable. Las personas capacitadas físicamente con todos sus sentidos, hablamos de un índice poblacional que no excluye grandes masas, pueden maravillarse, de forma gratuita y en cualquier recóndito lugar del planeta, sin importar su etnia política social o dogmática, de un atardecer otoñal, del canto melodioso de algún ave pasajera, del dulce aroma de una flor, de la suave brisa nocturna, entre muchos otros espectáculos de dimensiones tan excepcionales como naturales.
Los sentimientos, ligados a las emociones, actúan como movilizadores absolutos del ánimo y la voluntad actitudinal. Si tomamos los extremos opuestos de esta realidad, podemos deducir que las personas, actúan en forma inhabitual e incluso irracional cuando se encuentran atravesando una situación de ira o enamoramiento. Esta extrapolación del terreno emocional al racional, nos lleva a concluir en que, el ser humano es un ente absolutamente vulnerable, sin discriminar género dentro de la raza, al entorno emocional y sentimental. La acción de relacionarse con sus pares no se circunscribe a un simple acto que dinamiza el sistema social, sino más bien a una necesidad de manifestación, con el único fin de exteriorizar e interiorizar afectos como medio de plenitud y evolución personal.
La evolución tecnológica y su desenfrenado crecimiento avanzan a pasos gigantescos, sin reparar en algunas de sus poco sofisticadas consecuencias. La actual difusión masiva de internet y los diversos tipos de comunicación interpersonal dentro del mismo, son un claro ejemplo del desplazamiento y la metamorfosis que ha sufrido el lenguaje oral, escrito y corporal. Es innegable la practicidad que brinda actualmente la web, dentro de la misma se puede hallar información casi a cerca de todo lo trazado por la huella del hombre hasta el momento, así como posibilitar y abaratar los costos comunicativos a distancia, entre muchas otras de sus contemporáneas virtudes. Pero ¿A dónde desplaza el sistema de mensajería instantánea (Messenger) un gesto de enrojecimiento o simpatía frente a una palabra recibida durante una charla personal? ¿Es a caso que nadie nota la diferencia entre la calidez de una caligrafía familiar en un papel y la fuente de una letra en una bandeja de entrada como resultado de un código informático y no como la abstracción de un pensamiento en la escritura? Si la comunicación interpersonal evoluciona entre líneas simplificadas al máximo, según lo impuesto por la jerga del chat, mientras un insignificante icono animado transmite la caracterización emocional del momento, la evolución humana está en serio peligro de extinción.
Cuanta belleza nos rodea, cuanta magia envuelve el aire que inhalamos, mientras nuestras preocupaciones se encargan de enviciarlo con banalidades rutinarias. Cuanta genialidad dejamos al azar de la comodidad por no quedar excluidos del modelo que impone el éxito social.
¿Será que el hombre en su afán de transgredir fronteras cada vez más lejanas está olvidando su propio desafío? Quizás este, tenga que luchar con la utopía de la evolución sin límites para finalmente conquistar sus modestos orígenes.
Maria de los Ángeles Sánchez Alés
San Juan, Argentina
Edad: 23 años
Página web creada por su participación en Letra Universal
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