Id ahora a decirle a todas las palomas
que el milagro de Dios nos estaba esperando
oculto bajo el agua.
Que además de la luz -viva entraña del verbo-
igualmente fue el beso; la caricia del ala
de su sombra en las algas,
en medio de la noche sin alba de los peces.
Id ahora a decirle
que cuando la luz fue la primera sonrisa
caída de su espejo,
algo dejó de ser en torno de la luz,
algo rodó en pedazos debajo de su lámpara.
También id a decirle
que el solo hecho de ser
es ya una destrucción.
Porque sólo no siendo
es posible lo intacto.
Franklin Mieses Burgos
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