de George Trakl
Retornas sin cesar, melancolía,
oh regalo del alma solitaria.
Arde hasta el final un día de oro.
El ser paciente se inclina humilde ante el dolor
resonante de armonía y tierno delirio.
¡Mira! Ya va oscureciendo.
Otra vez vuelve la noche y se lamenta un mortal
y hay otro que sufre con él.
Tiritando bajo las estrellas del otoño,
año tras año se inclina más profundamente la cabeza.
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