de Juana de Ibarbourou
Asiento de musgo florido
sobre el viejo brocal derruido.
Sitio que elegimos para hablar de amor,
bajo el enorme paraíso en flor.
¡Ay, pobre del agua que del fondo mira,
tal vez envidiosa, quizás dolorida!
¡Tan triste la pobre, tan muda, tan quieta
bajo esta nerviosa ramazón violeta!
-Vámonos. No quiero que el agua nos vea
cuando me acaricies. Tal vez eso sea
darle una tortura. ¿Quién la ama a ella?
-Tonta! ¡Si de noche la besa una estrella!
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