de María Victoria Atencia
En dañados espejos un azogue de muerte
revoca el esplendor morado de los lirios.
¿Podréis reconoceros bajo el palio sin techo
de las aguas hediondas? Ocho columnas cercan
la majestad del baño, mientras corroe el óxido
el metal de los grifos, deja su mancha roja
sobre la porcelana o se aquieta en el mármol
de una tina sarcófago a ras de las baldosas.
El reloj ha perdido sus agujas, y un tiempo
de Luchino Visconti impone su vigencia
a los sucios colchones que en el desván se apilan
y a la vida que vuelve a cruzar estas puertas.
De El mundo de M.V. (1978)
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