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Espejo

La fase final del transplante de córneas era quitarle las vendas. La ciencia había ganado, por vez primera, veía. Se quedó mudo, sus sentimientos eran indescriptibles, descendían las lágrimas. Durante toda su vida había aguardado por ese momento. No podía esperar para verse en el espejo y comprobar lo que su pareja le solía decir desde el primer día.

Para que sea una completa sorpresa, su enamorada le cubrió los ojos con el pañuelo que siempre utilizaban por las noches. No obstante, al abrirlos, se quedó estático, no creía lo que estaba viendo, era un ser tan repugnante que el espejo no tardó en quebrarse.

Estaba iracundo, su desilusión fue inmensa, empezó a llorar. Todo lo dicho durante aquellos años había sido mentira. Era horrible.

Salió del departamento. Fue inevitable reflejarse en las lunas del auto, las cuales se rompieron instantáneamente. Sin embargo, entre sus lágrimas furiosas y las sienes explotando, el deseo de observar su imagen, donde a ésta le tocase aparecer, era incontenible. El morbo también es narcisista.

Y cada vidrio, cada luna, cada espejo, continuaba haciéndose trizas al paso de su mirada. Los taxistas protestando, los niños que jugaban fútbol en la calle apelaban por su inocencia ante las viejas menopáusicas. Pasó cerca de un banco. Todos los transeúntes terminaron viendo cómo una secretaria se fotocopiaba sus partes íntimas.

A pesar de esto, sus amigos seguían diciéndole que estaba bien, que todas las flacas querían con él, mas éste solo lloraba de odio hacia su persona. La enamorada leía los libros más voluptuosos de arte amatorio con el fin de hacerle olvidar su supuesta fealdad, para ella, él seguía buenísimo; y para sus amigas también, ya que éstas continuaban muriéndose por él, mejor dicho, cortándose, porque en una reunión, mientras se miraban en el espejo de la sala, él las saludó y no pudo evitarlo, las chicas salieron corriendo con la cara plagada de vidrios.

Llevó a su sobrino a un parque de diversiones. Entre los dulces, el júbilo y el juego, se olvidó de no ingresar a ese lugar. La casa de los espejos no soportó una milésima de segundo, por efecto dominó, reventaron y el público en general lanzaba gritos y corría buscando la salida mientras dejaba hileras de sangre y coágulos por el suelo del local.

No lo aguantó más, ahora no sólo se hacía daño a sí mismo sino a la gente. Así que con los vidrios sacados del basurero de su cuarto, se restregó los ojos mismo Edipo y juró no volvería a ver y, mucho menos, verse jamás. Era demasiado aterrador para eso, y los espejos jamás han mentido, ni lo volverán a hacer.

El tiempo ha mermado su ira. Encontró en la música un gran canalizador para su depresión. La guitarra le ha hecho olvidar, y no toca tan mal, lo que sí nadie soporta son sus constantes gallos a la hora de cantar. Sus amigos se lo recalcamos, que mejor toque la guitarra nomás, Jimi Hendrix nunca fue un gran cantante, y tampoco lo quiso.

Para él su voz es la más bella del universo, a pesar de lo que el resto le siga diciendo.


de Gonzalo Del Rosario
Blog del Escritor: www.web-ad-ass.blogspot.com
Perú
22 años

3 comentarios:

Anónimo dijo...

SU IMAGINACION REBAZA LA REALIDAD Y SOMETE AL LECTOR A LEER HASTA LA ULTIMA LINEA DEL CUENTO.

YA QUE ES, EN LA ULTIMA FRASE DONDE SE PODRIA ENCONTRAR EL DESENLACE DEL NUDO LITERARIO.

Anónimo dijo...

UNA HISTORIA APASIONANTE COMO NOS TIENES ACOSTUMBRADOS. SALUDOS. ANA NEW YORK

Anónimo dijo...

Estás superándote

pero te sigo odiando

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