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La traición

“Mil veces más haría todo lo que hice para recuperarte, otra vez”
Una tarde de noviembre, como tantas otras tardes, fui a encontrarme con Marcelo.
En el sillón del living, mirando la televisión, una compañera de trabajo. Estaba desparramada en su obesidad. Su cabellera parecía una telaraña. Su cara, una asquerosa torta de cumpleaños.
Él… sentado en posición Buda sobre un sillón de tres cuerpos. Estaba atónito. Seguramente, había ingerido varias pastillas.
Entré a esa habitación con una sensación rara. Saludé. Ella me respondió pero él no. Me acerqué y le di un beso en la mejilla. No acusó recibo.
Ella un poco sonrojada inició una conversación sin sentido. Las peleas con su madre porque dejaba la ropa desordenada; le gustaba tocar el piano; un amigo que se drogaba que había muerto de SIDA pero ella lo había cuidado hasta el final. Esto último me sonaba a presagio.
Él no acusaba recibo…
La madre, regaba las plantas sin decir una sola palabra. Su mirada se escondía entre las matas del jardín.
Algo raro estaba sucediendo allí con la complicidad de esa madre.
Con el correr de los días supe que algo pasaba. A partir de ese momento, fueron casi cuatro años de dolor y de locura; de complicidad y mentira; de ausencia y desencuentros.
La muerte se llevó primero a su madre. La gorda se instaló en su casa pero para internarlo.
Un día el salió de la clínica sin dar señales.
Una mañana, cuando yo no podía esperar más, fui hasta su casa. Atónito y sin acusar recibo, nuevamente, me atendió en la puerta. Le dije que quería hablar con él pero en otro momento.
Ese día, me di cuenta que ya no era él. Ese día, supe que esa mujer tenía que alejarse de él, inminentemente. Su propósito era cuidarlo para asegurarle la muerte.
Así fue que volví con él a pesar de casi cuatro años de horrores. Ella se alejó pero continuó acosándolo.
Al poco tiempo, nos enteramos que durante su estadía se aprovechaba de sus crisis y fugas para traicionarlo con sus amigos.
Volvimos a estar juntos, como antes, pero él ya estaba transitando ese camino que ella, desde el primer día le había presagiado.
Una mañana de agosto recibo una llamada telefónica de una vecina que me comunicaba que él había muerto.
Hace catorce meses que me encuentro sola. Mi corazón no deja de llorar.


de Marta Liliana Iovanovich
País de origen: Argentina
Edad: 56 años

1 comentario:

soniabal dijo...

Excelente relato breve.Describe desde la cotidianeidad problemáticas contextales actuales:drogadependencia,HIV, vínculos familiares patógenos y el amor incondicional.
Soniabal

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