Desnudos al silencio escandaloso del mar
-cuando las nubes huyeron al fuego de estrellas
y la arena es fría al restregar de las olas rizadas
y sensuales a jóvenes ocultamientos- confiados
a la luna -cómplice a los tiempos de siempre-.
Solos. Ajenos de intelectual masoquismo
se golpean y soban las regiones del gozo;
alejados de los mitos que nos civilizan
de los códigos y repelidas semejanzas, que disuelven
los ansiados desempeños en místicos disimulos.
Campeón del máximo logro se recrea…
Pequeña la ciudad al horizonte -que se le extiende
a su mano-, sumisa a sus pasos de hombre crecido.
Ya posibilitado de contar una hazaña; un triunfo
en el círculo de amigos al coro del parque. Y la satisfacción del padre y la oculta complacencia de la madre
-que displicente sonríe a la negación física de su cabeza-.
Siente cristalinas las sucias aguas de los ríos
que se acomoda la ciudad. Ve las maromas
de los que ganan un ómnibus;
disfrutando de los cansados apuros
ida de la necesidad horaria, que apremia por los hogares. Todo bello y significativo a sus nuevos ojos.
Como recién dotada de posibilidades para disímiles estrenos camina abstraída en nuevas preocupaciones.
En otra forma de a las calles proyectarse
se contonea a prima seguridad obsequiosa;
provocativa en la novedad que ostenta
desafiando la lascivia de las miradas audibles
de los varones deseos que le manosean, le endilgan
los adjetivos que sonríe sin asombros
-guarecida en experiencias noveles-.
No teme los sorpresivos acercamientos promiscuos
de los ruines al alcohol y las sombras. Ríe…
Hasta que la mueca le roba la cara
y un sudor élico le afloja la carne.
Se huye de distracciones para azorarse de sí
retorciéndose de imprecaciones en la imagen paterna
que a su volar le recrimina.
Y comienza a distanciarse el regreso. Duda
del enmascaramiento, que le resbale los ojos
alertados de la madre -del padre no se atreve-. No.
La costumbre, al recuerdo le acusa.
Se sorprende culpable. Y las justificaciones
le luchan el -ya retraído- paso. Vibra de nervios
-de alma descompuesta-. Se abstrae a las circunstancias.
Sensible al trabajo de sus órganos
escucha el fluir de la sangre que se agolpa
al ardor entre las piernas; y se reduce
a símbolos de una virginidad, que ya no le adorna.
En artificios aferentes y fungibles
de retrocedidas vanidades; que duelen
de los actuales desusos.
de José Valle Valdés.
Ciudadano cubano
57 años de edad
Página web creada por su participación en Letra Universal
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