Se durmió pensando en el azul del cielo, tan maravillosamente azul que el sol besó su frente antes de esconderse en el horizonte, tal como alguna vez lo hizo su madre (esconderse tras el horizonte)
A las tres de la madrugada lo despertó la oscuridad de la noche con el loco compás del tintinear de una gotera que caía desde el techo a la mesa y de la mesa al piso. La radio había anunciado buen tiempo para el fin de semana. Nuevamente lo sorprendía. ¿Qué hacer con el molesto ruido del viento silbando entre las ramas de los árboles y golpeando las ventanas? ¿Qué hacer con la eterna gotera fastidiosa del invierno y su visita inoportuna? ¿Qué hacer con la mesa mojada y el piso hecho un desastre? A esa hora, nada. Esperar ¡Esperar que amaneciera para terminar, de una vez por todas, con esa maldita molestia! Era domingo. Estaba solo, como siempre. Había mucho por hacer, eso era bueno, mejor que beber y dormir para matar el tiempo.
El insomnio intentó ser compañía recordándole cuando la radio habló del mismo buen tiempo y cómo salió de casa con abrigo y paraguas y de cómo el sol lo abofeteó con un calor insoportable, por ridículo. Pero mágicamente recordó el azul del cielo de esa tarde y vino a su mente una pluma. Así, sin más se durmió.
Soñó que había conseguido la última pluma que faltaba para construir sus alas y volar hasta la luna, pero cuando llegó la encontró habitada por una extraña princesa de ojos grandes y profundos llamada Dulcinea, que luego de dar la bienvenida y contarle los años de espera, lo invitó a vivir con ella.
El ladrido de un perro lo despertó con un nudo en la garganta. Al mirar por la ventana, el cielo comenzaba a ser azul de nuevo. El agua había mojado todo, más de lo había pensado. Movió la cabeza y finalmente dijo:
- ¡Qué estúpido es pensar que se puede llegar a la luna volando con una pluma sin haber hecho un curso en la NASA!
de Sonia Huentemil
Chile
36 años
Página web creada por su participación en Letra Universal
No hay comentarios:
Publicar un comentario