Del cielo desciende la mirada cazadora de un ave en busca de su presa, recorre el cielo con vuelos rasantes en el horizonte, descubre dos figuras caminando a través de lo que todos conocemos como desierto. Mas los evita pues vio su alimento moverse entre unos matorrales.
- ¿Sabes que? –Pronuncia Enakel con enojo mientras se sacude el polvo de sus ropas.
- ¿Qué?- pregunta de manera tranquila y natural Daniel.
- ¡Que estoy harto…eso!_elevando aun mas el tono de sus voz. Daniel lo mira pensativo chocando con la mirada casi iracunda de su hermano.
- Vamos Rem-. Así gusta llamarle.-No seas irreflexivo… que te puede hartar de todo esto-girando sobre sus pies mientras le enseña el desierto que se extiende abrazando toda la extensión y alcanzando cada uno de los puntos cardinales-Deberías de estar agradecido..Sabes bien que somos pocos los que podemos disfrutar de esto- mientras cierra los ojos y deja de girar para soltar un gran suspiro.
Rem aun molesto termina por sacudir su gabardina pero mas tranquilo y comprendiendo las palabras de Daniel- Lo se, es que no me acostumbro… no puedo odiar esto pero…hay momentos en que llega a molestarme, ¡¿Comprendes?!- Daniel asienta con su cabeza mientras Rem peina con sus manos el rubio y ondulado cabello que en complot junto al viento lucha para tapar sus ojos esmeralda y su blanco rostro.-Hay veces que desearía poder hacer otra cosa, no se…-
Daniel levanta un brazo y lo lleva a su cabeza, rasca un poco mientras camina lentamente hacia Rem, se detiene, ahora acerca su mano a la cabeza de él- Vamos, esto no es tan malo , además nosotros no hacemos los que nos parece y bien lo sabes, estamos porque debemos estar. Que no te pese como una obligación… ¿Rem?-Porque Rem... Daniel nunca comprendió bien el porque; le agradaba ese apodo para su Hermano, desde su primer viaje donde lo oyó de alguna parte decidió que seria el nombre apropiado para el aquí y no Enakel que sonaba tan distante.- ¿Que pasa?-notando aun la turbación del ser de Rem.
- Perdón lo siento-contesta apenado y notando como no puede ocultar su turbación a Daniel.
- Esta bien- Daniel cierra los ojos y busca la dirección correcta, la encuentra –Al sur, hacia allí debemos dirigirnos.
Emprenden la marcha bajo el sol que se esfuerza para agobiarlos…casi sin lograrlo. Rem camina al lado de su hermano a quien mira de reojo, lo mira y siempre ve en la paz, armonía...siempre de cierto modo altivo digno de admirar. Daniel disfruta de la brisa que corta el espacio entre sus negros y rebeldes cabellos que son el marco de un rostro tan blanco como la luna, y dos cielos que hurgan en el horizonte. Rem esta por hablar cuando -¿Que deseas saber Hermano?- pregunta Daniel leyendo el pensamiento de Rem que luce algo triste, titubea pero se anima a preguntar-¿Quien es esta vez? Daniel sabe que es mejor no decírselo hasta llegar pero Rem merece saberlo además el trayecto será mas largo y no quiere que exista esta atmósfera durante el trayecto.
- Es un anciano, un viejito solitario…- Hace una pausa que invita a hablar a Rem.
- Tenemos que ir… si vamos se lo que pasara, el anciano va a morir así como todos los que visitamos- Hoy en especial Rem se sentía muy molesto por su destino y el de su Hermano, pensaba que era injusto, ellos merecían una tarea mejor que esa. Se abrió una brecha de mutismo de varios minutos que se mimetizaron de eternidad.
Daniel reflexiona e irrumpe la falta de dialogo - ¡Rem!-Rem lo mira y contesta- Si hermano-.
Daniel frena, Rem también, se pone en cuclillas y tomando tierra con su mano se levanta y deja que el viento la robe para dispersarla así empieza a hablar- Si nosotros no aceptáramos esta labor, otro lo haría, nada cambiaria. Cuando llega el momento, el tiempo eterno, simplemente llega. Que importa si los mensajeros somos nosotros, una carta, el teléfono o señales de humo. El mensaje seria siempre el mismo, ¿lo comprendes?-acentuando con ternura.
Rem lo mira directo a los ojos – Lo comprendo hermano, lo difícil hermano es aceptarlo- dice casi lamentándolo- Creo que no me sentiría así, tan miserable si las personas que visitáramos fueran…no se... malas. Te das cuenta Daniel que siempre nos toca personas buena, sencillas, personas que llegan hasta confiar en nosotros… y el dolor que dejan en mi pecho sus seres amados, es un peso que oprime mi espíritu- Rem comienza a caminar dudando si hizo bien o no en lanzarle todas sus dudas y penas a Daniel.
Otra ves la ausencia de sus voces, solo el sonido del viento que arremolina sus ropas. El saco largo de Daniel dibuja sombras sobre la superficie del suelo rodeado por el polvo que atenúa su oscuro color. Mientras se pasa la mano por el cabello para acomodarlo nota ya cerca, en el rango de su vista una casa que es su destino hoy.
- Mira Rem, casi hemos llegado- señalando el contorno solitario de la casa. Rem asesta un gesto de resignación mientras asiente con su mirada el haber escuchado a su hermano.
- Rem… hermano, se lo que te pasa pues a mi también me asaltaron dudas en algún momento, pero no dejes que eso te torture de esa manera. Te diré que muchos de los nuestros piensan como tu; mas créeme cuando te digo que todos comprendemos el porque de hacer lo que hacemos, hasta tu en el fondo de tu corazón lo comprendes. No dudes en lo que crees porque comenzaras a dudar de ti mismo y ahí hermano no podré ayudarte.-
Rem sabe que lo que dice Daniel es toda la verdad posible, una verdad que ciertas veces es poco tolerable pero es la única- lo comprendo-expresa con cierta tristeza en la mirada.
Horas de caminar bajo el sol fueron minutos que se sintieron siglos de dudas y por fin habían llegado a destino.
Daniel camina, sube unos escalones siempre seguido por Rem, hasta la puerta de la corroída casa. Se para firme y antes de golpear saca de su bolsillo un reloj de cadena, dorado y brillante como la superficie de un lago en un día de verano. Observa la hora -Falta poco ya – comenta para si mismo. Golpea al tiempo de que cierra su reloj y Rem coloca sus manos en los bolsillos. Irrumpe al vacío el sonido distante pero acercándose de pasos rastreros que vienen hacia la puerta. Se entre abre la puerta a tras las cadenas de la traba unos ojos miel los mira con un conato de desconfianza- Si... ¿que quieren?- pregunta resguardado detrás de la puerta.
Daniel se acerca un poco para hablarle directo a los ojos del anciano-Disculpe las molestias, es que tuvimos la mala suerte de pinchar y no tenemos repuesto… Queríamos saber si podíamos llamar una grúa, hemos dejado el auto casi tres kilómetros atrás y, para colmo no hay señal en nuestros celulares… ¡Disculpe nuevamente nuestra molestia!- mientras Rem se maravilla de lo rápido y natural que es Daniel para inventar cosas, sonríe al ver la facilidad con la que miente aunque bien sabe que eso esta mal. La verdad esta en Daniel; lo dice con la mirada que transmite seguridad y una empatia excepcional.
El anciano no duda de los ojos del viajero, esfuma su miedo precavido y sin saber porque siente la necesidad de darles hospitalidad a esas personas que son las primeras en ver después de tantas semanas de soledad en medio de la nada. Cierra la puerta, suenan cerrojos y trabas para abrirla nuevamente. Un anciano algo encorvado y pausado en movimientos los invita cordialmente a pasar.- Por favor pasen… no tengo mucho pero apuesto que bien les vendría un vaso de agua fresca en este día tan caluroso- Dice el anciano con cordialidad.- Pasen por favor, pasen. Voy a llamar a la grúa mientras pueden esperar aquí-.
Pasa Rem y luego Daniel, siguen al anciano dentro de la casa que los invita a sentarse mientras el va a la cocina para traerles algo de beber. Pasado un momento vuelve el anciano de la cocina charlando desde ahí, trae dos vasos de agua con hielo mientras camina- Así que pincharon… esta mal no ser precavido, siempre se tiene que tener un repuesto, por las dudas vio… mas menos, ¿que distancia dijo que dejo el auto?- Pregunta mientras se le hace ver a sus hijos en estos extraños ,ya paso tanto desde que los vio por ultima ves que se siente feliz de que dos extraños le de un poco de vida a esta vieja casa… y a el.
Rem-Casi tres kilómetros mas o menos, hoy no es nuestro día- dice enmascarando su desazón con un velo de humor; lo sorprende la pulcritud de la casa que pese a ser tan grande esta ordenada y limpia por donde se la mire. Se fija en las fotos que hay por doquier, fotos de sus hijos, de su esposa, de él con sus nietos fotos de antaño y de repente el tiempo se frustra en el andar. Y las últimas fotos son ¿de cuando?... de tres, cinco, más años. Es tan grande la casa, el vacío, y solo un anciano para todo aquello pensaba Rem.
- ¡Son hermanos ustedes!, ¿Verdad?- Indaga el anciano- Sus cabellos y colores de ojos son diferentes pero se nota aun así que son hermanos... paso lo mismo con mis hijos...-Se entristece su vos y mirada – eran tan diferentes pero todo el mundo savia que eran Hermanos.- Se da media vuelta y refriega disimuladamente sus ojos.
- Tiene toda la razón somos hermanos- Dice Daniel, y Rem asienta a la vista del anciano que ahora simula su tristeza.
El anciano se percata de que no se presento y antes de subir a llamar a la grúa decide hacerlo.- Que descortesía la mía Uds. me han dicho sus nombres en cambio yo...cuanto mas viejo mas distraído, Me llamo Benito... Benito Ramírez- suelta una risa al dar por cierto que hace mucho que no se presentaba , tanto que hasta le sonó raro su propio nombre a sus oídos. Mientras se sostiene el vientre para no reír mas fuerte sube las escaleras dialogando solo y repitiendo en vos baja su nombre para reírse más de como lo oye.
Daniel saca su reloj de bolsillo para ver el tiempo restante, levanta la mirada y se encuentra con dos luces verdes que lo interrogan y hasta parecen suplicar.
El silencio que deja la risa del anciano es sepultural, los sentidos tanto de Rem como así los de Daniel se agudizan pudiendo oír como se levanta el tubo y disca el número y pide una grúa a su dirección. Tanto Daniel como Rem disponen sus miradas a una foto en blanco y negro donde se ve un muchacho de sonrisa amplia y de su mano una hermosa dama. Una foto de Bodas de marco dorado.
Daniel siente vibrar el destino en su bolsillo, retira el reloj y las dos manecillas se traslucen una sobre otra al igual que el cristal, comienzan a brillar y suena el réquiem de las memorias perdidas que en el instante final siempre regresan. Rem oye como cuelga el tubo y la música entona la sinfonía de los recuerdos que se vuelven tangibles para ellos es así como ven y oyen cuando el anciano sueña el pasado.
Benito recuerda a sus hijos, que hace tanto que no aparecen, sus nietos y a Dora su fiel compañera a quien tanto extraña- ¿porque todos estos recuerdos ahora?-¿todos juntos?-y el corazón le responde con un leve dolor y la oscuridad y el frió que va cubriendo el ambiente que antes era caluroso.-Dora,..Do...- Se detiene la música, Rem seca lagrimas rebeldes mientras Daniel guarda el reloj y acaricia la cabeza de su hermano.
- Fue una de las melodías mas triste que he escuchado hasta ahora, entiendo tus lagrimas pero ahora tenemos que terminar lo que vinimos a hacer- dice Daniel a Rem con un conato de nostalgia.
Se colocan nuevamente sus abrigos, acomodan los vasos y van en dirección a la puerta. La abren y ven frente al pórtico un joven de casi 20 años que esta llorando mientras se aferra a una viga de madera, un joven al que solo le falta esa sonrisa y seria el de la foto.
El tiempo pasa pero uno añora eternamente la juventud, y es tal que jamás se olvida lo vivido en esos tiempos. Añoranza, nostalgia y el miedo a lo que nos depara el futuro nos atan al ayer que para casi todos, todo pasado fue mejor.
Rem se acerca y lo llama- Benito... no temas esto solo es un comienzo- extiende su mano para alcanzar la mano temblorosa de ese joven que minutos atrás era un anciano.
Con miedo toma la mano de Rem, a su vez Daniel habla - No quieras quedarte aquí, no te ates a esta casa, a tus recuerdos porque lo que ansias, lo que viste en tu ultimo instante halla sido bueno o no... no se halla aquí. Eso es lo que te depara este viaje, ven acompáñanos a vivir tus recuerdos, ven.
- Dora...mi amada Dora-dice casi musitando y ahogándose con un llanto de niño y felicidad- mientras con cierto temor toma la cálida mano de Daniel.
Los tres bajan los escalones, traspasando el portal. Comienzan a caminar por la ruta. El viento presente arremolina el polvo, que en una abrir y cerrar de ojos cubre las tres siluetas para luego dejar solo vació.
La tristeza, y la amarga soledad quedan solas en la casa, atadas al vacío que dejan las almas cuando parten, acompañadas por el viento y el eco que resuena; aleteo de los minutos que no volverán jamás.
Autor: Mekiel
26 años
Argentina
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