Edward George Bulwer-Lytton (1803-1873) fue un prolífico novelista y autor dramático inglés, a quien, entre otros méritos, se le atribuye haber escrito “Los últimos días de Pompeya” y haber acuñado frases como “la pluma es más poderosa que la espada” y “el todopoderoso dólar”.
Su notoriedad, sin embargo, no proviene de la excelencia de su prosa, sino más bien de lo contrario: muchos lo consideran el paradigma del mal escritor. Tanto es así, que desde 1982 la San José State University, en California, auspicia un concurso literario que lleva su nombre, destinado a premiar el peor comienzo posible de una novela.
La idea se le ocurrió a Scott Rice, profesor del Departamento de Inglés, cuando se topó con la novela “Paul Clifford”, de Bulwer-Lytton, que comenzaba: “Era una noche oscura y tormentosa”. Rice pensó que nunca había leído una frase más banal en su vida. Condenado a servir de jurado en una variedad de insufribles concursos literarios, concibió la idea de legitimar lo que, en los hechos, era la constante en estas competencias y recompensar al ejemplo más execrable de composición literaria.
Durante su primer año, el certamen Bulwer-Lytton atrajo apenas a tres concursantes, pero al año siguiente la prensa encontró divertida la premisa y la competencia se transformó en un éxito.
Desde entonces, más de diez mil escritores han tratado se superar el célebre inicio de Bulwer-Lytton, tanto que la editorial Penguin decidió publicar una antología de los mejores aportes, con el título, precisamente, de “Era una noche oscura y tormentosa”.
El sábado pasado, el jurado anunció el ganador de la última edición del premio. Resultó ser Jim Guigli, un diseñador mecánico retirado, de 64 años, que vive en California. La frase que le aseguró el galardón, consistente en un diploma y 250 dólares, dice así: “El detective Bart Lasiter estaba en su oficina estudiando cómo la luz de su pequeña y única ventana caía sobre su superburrito, cuando la puerta se abrió para revelar a una mujer cuyo cuerpo decía que éste había sido el último burrito que comía por un buen tiempo, cuyo rostro decía que los ángeles existen y cuyos ojos decían que ella podía hacerte cavar tu propia tumba y después limpiar la pala con la lengua”.
Guigli no parece sentirse humillado por haber merecido el título de peor escritor de la lengua inglesa en el último año. “Si uno no puede ser realmente bueno en algo que la gente admira, es mejor ser muy bueno en algo que la gente menosprecia”, reflexionó.
Según admiten muchos de los participantes, escribir mal es tan trabajoso como escribir bien, aunque mucho menos reconfortante. Guigli contó que cuando se le ocurre una idea, la anota; luego escribe un borrador y lo trabaja hasta quedar satisfecho.
Fuente: Pepe Galleta
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