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Tres imágenes

A ti
te ofrezco la imagen del fuego.
El fuego nació del sol,
que alumbró la oscuridad de la tierra primigenia.
El fuego calienta el largo invierno,
arde en las ferias del verano.
El fuego destruye castillos en todos los países,
quema la cruz, santos y ladrones,
convirtiéndose en antorcha de la paz
y en señal para las batallas.
El fuego purifica el pecado,
convirtiéndose él mismo en pecado.
El fuego es el temor y la esperanza.
El fuego arde, resplandece.
A ti te ofrezco
esa imagen del fuego.

A ti
también te ofrezco el agua que corre.
El agua que nace de la gota de rocío,
reflejando el sol con su destello vivo.
El agua sacia la sed de las fieras moribundas,
abraza las huevas de peces en su pecho.
El agua canta canciones de riachuelo,
rozando las rocas sin cesar.
El agua hace flotar las barquichuelas de los niños,
pero en un instante, también puede ahogarlos.
El agua mueve al molino, las turbinas,
traga todo lo sucio de la tierra,
siendo espejo del cielo.
El agua abunda y se derrama
rompiendo orillas, deshaciendo hogares.
El agua es la maldición,
y la bendición.
El agua corre
traspasa el fondo de la tierra.
A ti
te ofrezco esa imagen del agua.
A ti
te ofrezco la imagen del hombre que sigue viviendo,
el que nació en pleno centro del universo vacío,
rodeado de enigmas infinitos,
tallando su silueta en la roca,
adorando el lejano horizonte.
El hombre hiriendo y matando,
pero también llorando en busca de lo bello.
Cualquier detalle le sorprende,
y le sume en melancolía.
El hombre dibujando, su pintura es sencilla.
Canta y grita como si fuera un trueno.
El hombre es fugaz,
es eterno.
El hombre vive.
El hombre sigue amando en lo más profundo de su alma.
A ti
te ofrezco esa imagen del hombre.

A ti
fuego, agua y hombre
te ofrezco la imagen de un futuro lleno de
contradicciones.
Una pregunta,
pero sin respuesta.



de Shuntaro Tanikawa

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