de Carlos Pellicer
I
Tiempo soy entre dos eternidades.
Antes de mí la eternidad y luego
de mí, la eternidad. E1 fuego;
sombra sola entre inmensas claridades.
Fuego del tiempo, ruidos, tempestades;
sí con todas mis fuerzas me congrego,
siento enormes los ojos, miro ciego
y oigo caer manzanas soledades.
Dios habita mi muerte, Dios me vive.
Cristo, que fue en el tiempo Dios, derive
gajos perfectos de mi ceiba innata.
Tiempo soy, tiempo último y primero,
el tiempo que no muere y que no mata,
templado de cenit y de lucero.
II
Ninguna soledad como la mía.
Lo tuve todo y no me queda nada.
Virgen María, dame tu mirada
para que pueda enderezar mi guía.
Ya no tengo en los ojos sino un día
con la vegetación apuñalada.
Ya no me oigas llorar por la llorada
soledad en que estoy, Virgen María.
Dame a beber del agua sustanciosa
que en cada sorbo tiene de la rosa
y de la estrella aroma y alhajero.
Múdame las palabras, ven primero
que la noche se encienda y silenciosa
me pondrás en las manos un lucero.
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