I
Llueve, y una lluvia de tormenta
acompaña el silencio que nadie escucha
y lento y precipitado huye en el alma:
lo invisible es tiempo y don, aquí,
en el oscuro relámpago de lo visible.
II
En febrero el año es más corto
y la luz joven e intensa;
acaso la de un sol
que nada tuviera que ver con los años.
III
Nada equivoca el sentimiento:
su vigilia, aquella de la sangre;
su tiempo, tan cerca siempre del corazón
hasta convertirse en su latido.
IV
Más allá de las imágenes
el mundo se desvanece.
Mirar es verdad:
la mirada celebra un mundo
que en su desamparo se acoge a los ojos.
Alvaro Rodríguez Torres
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