Roto el respeto, la obediencia rota,
de Dios y de la ley perdido el freno,
vas marchando entre lágrimas y cieno
y aire de tempestad tu rostro azota.
Ni causa oculta ni razón remota
busques al mal que te devora el seno:
tu iniquidad, como sutil veneno,
las fuerzas de tus músculos agota.
No esperes en revuelta sacudida
alcanzar el remedio por tu mano,
¡oh sociedad rebelde y corrompida!
Perseguirás la libertad en vano:
que cuando un pueblo la virtud olvida
lleva en sus propios vicios su tirano.
de Gaspar Núñez de Arce
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