Francisco de Aldana nació en 1537 probablemente en el reino de Nápoles, donde su padre era capitán, encargado de las fortalezas de Aquila, Gaeta y Manfredonia.
De joven, viviendo en Florencia, adquirió Aldana “un conocimiento del neoplatonismo, sino también —dice Rivers—, hasta cierto punto, esa actitud pagana de hedonismo filosófico que asimismo era típica de la Italia renacentista”.
Llega a Madrid en 1576 y escribe la famosa Carta para Arias Montano y las Otavas dirigidas al rey don Felipe. Conoció al rey don Sebastián de Portugal quien hacia preparativos para la conquista de África.
Don Sebastián pidió a su tío el rey Felipe que le enviara a Aldana como consejero militar y así lo hace. Los dos se encontraron cerca de Tres Ribeiros y don Sebastián le nombró maestre de campo general. El ejercito portugués estaba mal organizado y cuando la fuerza enemiga, en la llanura de Alcazarquivir, atacó los portugueses perdieron su valentía y los moros mataron a casi todo el ejercito, incluido el rey don Sebastián que tenía 24 años y Aldana.
Cuentan que algunos vieron a ambos un poco antes de morir. “Y el día de la batalla, andando Aldana a pie por le haber muerto el caballo, le encontró el rey y le dijo: – Capitán, ¿por qué no tomáis caballo? -Y él dicen que le respondió: -Señor, ya no es tiempo sino de morir, aunque sea a pie. -Y con la espada en la mano tinta en sangre, se metió entre los enemigos, haciendo el oficio de tan buen soldado y capitán como él era”. Una muerte perfecta para un caballero y poeta de “a pie”.
La poesía de Aldana está llena de sensualidad y de neoplatonismo.
Su actitud pagana, así como su manera de tratar el arte de amar le hacen un poeta rabiosamente actual. Y aun cuando el primer soneto que abre esta antología es citado hasta la saciedad lo hace porque en él vemos, aparte del dialogo, de la lucha de amor, la fusión de las almas, el armazón del poema, su trazado arquitectónico que es perfecto y su equilibrio, también apreciamos la fogosa sensualidad que hay en el poema y “una muy típica percepción hipersensual de la realidad física”.
El escalofriante endecasílabo “en nuestros labios, de chupar cansados” es una directa y nueva manera de presentar la pasión de amar que nos quema y nos sorprende aun ahora.
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